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CERVEZAS, CIGARRILLOS Y HUMOR ACECHAN A ALUMNOS DEL CCH ORIENTE

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Por Ilse Becerril Castro
México (Aunam). El patio de la casa es el alojamiento de los jóvenes que esperan degustar una cerveza. No hay mejor asiento que unas cajas de refresco y botes desgastados; unas tablas fungen como mesas improvisadas. Afuera la tienda continúa con su actividad; dentro de ésta, algunos estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Oriente (CCH Oriente) beben, fuman, platican, cantan, ríen. La llaman: “El último esfuerzo”.

En la zona hay más cinco lugares clandestinos donde se realiza la venta de alcohol, y de acuerdo con un sondeo realizado entre 30 estudiantes del CCH Oriente, más del 50 por ciento visitan, en promedio, tres veces por semana dichos establecimientos.

La clandestinidad

En el 2011, la Secretaría de Desarrollo Económico del Distrito Federal (Sedeco) presentó la nueva Ley de Establecimientos Mercantiles, la cual señala que los comercios cuya actividad principal es la venta de bebidas alcohólicas (bares, restaurantes, cantinas, antros) están sujetos a una solicitud de permiso que será entregado por la Delegación correspondiente. De igual forma, éstos sólo podrán ubicarse a más de 300 metros de algún centro educativo.

En tanto, la misma Ley, en su última reforma publicada en la Gaceta Oficial el 14 de febrero del 2012, y dentro de su artículo 11, indica que queda prohibida, a los menores de edad, la venta de cualquier tipo de bebidas alcohólicas, productos derivados del tabaco, inhalables o solventes y cigarros sueltos por unidad.

Sin embargo, existen establecimientos que no cumplen con ninguno de los señalamientos anteriores. Y es en CCH Oriente donde se han detectado varios de estos sitios, cuyos estudiantes son en su mayoría menores de edad por tratarse del nivel bachillerato.

Según los estudiantes del plantel, “El último esfuerzo” y “Con don Juan” son los lugares más conocidos y frecuentados entre los menores de edad, donde les venden bebidas alcohólicas. Ambos sitios se encuentran en Avenida Canal de San Juan 410, Sur 24, colonia Agrícola Oriental, en la delegación Iztacalco, en el Distrito Federal.

Oscar, estudiante de sexto semestre del CCH, comenta: “Con don Juan es el lugar más decente donde podemos beber, porque tienen mesas y sillas, pero es más para una sola caguama y para platicar un rato a gusto con los amigos. No nos permiten hacer mucho ruido, ni gritar; no podemos chocar los tarros de cerveza, ni mucho menos escuchar música a todo volumen, porque si hacemos cualquiera de esas cosas el señor nos corre de ahí, no sabemos realmente el motivo; lo que preferimos tomar mis amigos y yo, es cerveza”.

El abogado Juan Carlos Castillo aseguró que la causa principal por la que no se castiga a las personas que venden alcohol a menores de edad en los lugares clandestinos es la ausencia de denuncias, las cuales no se hacen porque las personas no tienen conocimiento de la existencia de estos lugares, cercanos a sus domicilios, o debido a la omisión por parte de las autoridades correspondientes.

De igual forma, puntualizó que los operativos para detectar los lugares clandestinos surgen de las denuncias hechas principalmente por los vecinos de las zonas en donde éstos se ubican.

María de los Ángeles, madre de familia, aseguró que asiste todos los días al CCH por su hija quien estudia sexto semestre, y que nunca se ha percatado que tenga aliento alcohólico. Respecto a los lugares clandestinos que se ubican cerca del Colegio opinó que es difícil que se cierren debido a la corrupción: “A las autoridades se les ha salido de control esta situación, pero no está en ellos la solución, sino en nosotros los padres, en tener una buena comunicación con nuestros hijos”.

El abogado de la Facultad de Derecho de la UNAM, José Rosales, argumentó que lo que sucede en la mayoría de las ocasiones cuando se establecen sitios clandestinos, es que los dueños de éstos no tienen un trabajo estable y buscan la salida fácil. Una de ellas es recurrir a la venta de alcohol, incluso dentro de sus mismos hogares.



La mayoría de las personas que son dueñas o encargadas de negocios en donde se vende alcohol a menores de edad están conscientes que esta actividad no es correcta; sin embargo, tienen una familia a quien mantener y, para poder lograrlo acuden, incluso, a prácticas ilegales. Ejemplo de esto es el señor José Luis, quien día a día tiene que lidiar con las exigencias que requiere su negocio.

Al atardecer, señores de no menos de 40 años de edad y jóvenes de no más de 17 años le piden a José Luis una cerveza o un vaso de pulque. El anfitrión sirve las bebidas en los vasos de vidrio que lucen grisáceos, tal vez sea por el polvo que se deja ver; entrega las bebidas a sus respectivos clientes, quienes esperan por un trago. José Luis es el dueño y encargado de una pulquería llamada “La hija de la colonia”.

José Luis es un señor de 57 años de edad, estatura que no rebasa el metro y medio, cabello color negro parecido al de sus grandes bigotes. Las arrugas que se forman alrededor de sus ojos, cuando sonríe, resaltan por la blancura de su rostro. La hija de la colonia, el negocio y segunda casa del señor José Luis, se ubica en la Avenida sur 24 esquina oriente 253, colonia Agrícola, en el Distrito Federal, a unas cuantas calles del CCH Oriente.

“La hija de la colonia es como mi segunda casa, mi papá, Héctor Javier, la fundó hace 52 años. Paso la mayor parte de mi tiempo aquí porque mi papá casi no viene y toda la friega me la llevo yo desde hace 18 años”, comentó el señor José Luis, mientras sus ojos pequeños se movían para observar, en todas las direcciones, detenidamente su negocio, de unos cuantos metros cuadrados.

Su bebida favorita: el pulque. El padre de José Luis se ha dedicado toda la vida a la elaboración y venta de esta bebida, ahora, José Luis sigue el ejemplo. El pulque también es lo preferido por sus clientes; “La bebida de los dioses” es traída desde Pachuca y él es el encargado de recibirlo, prepararlo y venderlo.

Su trabajo comienza a las 8:00 de la mañana. Todos los días toma un breve baño de no más de 20 minutos, desayuna un vaso de leche y el pan que esté servido en la mesa; se viste de manera cómoda para aguantar durante el día: una playera tipo polo azul, un pantalón de mezclilla que luce deslavado de las rodillas, unos zapatos grises que años anteriores pudieron ser negros, es el atuendo elegido la mayoría de veces.

Las puertas de “La hija de la colonia” se abren a las 9:00 de la mañana. A este negocio asisten diariamente cientos de jóvenes “mayores de edad”, asegura José Luis, mientras se toca la nuca con la mano derecha, en señal de evitar alargar la respuesta.

Los días en que tiene un ritmo de trabajo mayor son los lunes y jueves debido a que es cuando hay más gente. Las puertas de La hija de la colonia cierran a las 9:00 de la noche, a esa hora comienzan las labores de limpieza de pisos y mesas en donde el señor José Luis es el principal partícipe.

“El negocio tiene todos los papeles en orden, nunca he tenido algún problema. A los jóvenes siempre se les pide su identificación para ver que sean mayores de edad”, mientras pronuncia estas palabras, las fisuras de su boca tiemblan al intentar sonreír, mostrando ese gesto que denota nerviosismo; sus manos se tocan la nuca una vez más, vuelve a mirar a su alrededor, pero esta vez lo hace como si alguien le estuviera llamado de alguna mesa. Decide ir al baño. Las evidencias muestran lo contrario. Los jóvenes siguen entrando y en ningún momento se les pide identificación.

“Pues tengo una familia que mantener, sea como sea, es mi trabajo y se respeta”, dice. José Luis dio media vuelta, prefirió seguir atendiendo a sus clientes, jóvenes en su mayoría, tomó la decisión de continuar con su rutina de siete días por semana.

Si el lugar se disfraza de una tienda, por ejemplo, no se puede comprobar delito sin una averiguación previa, ya que los dueños pueden argumentar que se trata de reuniones familiares. Lo que se debería hacer es aplicar medidas preventivas para evitar que los jóvenes asistan a este tipo de lugares, señaló el abogado José Rosales.

Posibles adicciones de menores de edad

De acuerdo con la tesis El consumo de alcohol en estudiantes del Distrito Federal y su relación con la autoestima y la percepción de riesgo, de Jessica Claudia Valdez González, de la Facultad de Psicología de la UNAM, la falta de información respecto a las bebidas embriagantes y la curiosidad son elementos que propician al consumo de alcohol en jóvenes. La mayoría de éstos no toman medidas de precaución al dejarse llevar por la diversión y, en diversos casos, por querer formar parte de un grupo social; sin darse cuenta que este problema los puede llevar a caer en el alcoholismo.

El psicólogo con especialidad en Clínica Educativa José Manuel Martínez, de la Facultad de Psicología, confirma los datos anteriores, “Las causas que remiten a los menores de edad a consumir bebidas alcohólicas son: la identificación social, la pertenencia a un grupo y la falta de atención familiar”.

Enfatizó que la publicidad también juega un papel importante, ya que posiciona a la gente joven en un estatus alto, y son éstos los que principalmente están atentos a la difusión de las bebidas alcohólicas en los medios de comunicación, por ejemplo.

Los problemas familiares orillan a que los jóvenes desde los 13 años comiencen a probar bebidas alcohólicas, porque la atención de los padres se hace nula. De igual forma, la comunicación no sólo debería ser padres-hijos, sino hijos-padres, argumentó.

Según el censo de población y vivienda 2010, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), mostró que los jóvenes representan la cuarta parte de la población del país. En ese mismo año, las encuestas afirmaron que tres de cada diez jóvenes, de 15 a 29 años de edad, alguna vez fumaron o tomaron bebidas alcohólicas, destacando patrones similares entre hombres y mujeres de este grupo de edad.

Por tanto, y de acuerdo con los datos proporcionados por el INEGI, se estima que 40 por ciento de adolescentes que comienzan a beber antes de los 15 años de edad desarrollarán problemas relacionados con el consumo de alcohol en edades posteriores.

Ángel Valencia y Diana González, de 17 años de edad y estudiantes del CCH, dijeron haber probado por primera vez las bebidas alcohólicas a los 13 y 14 años respectivamente. Comenzaron a asistir a los lugares clandestinos cuando iban en segundo semestre. Ambos mencionaron que acuden en promedio una o dos veces por semana a los lugares que se ubican cerca del plantel. Prefieren consumir cerveza

De acuerdo con datos del INEGI, el 65 por ciento de la población de entre 17 y 65 años de edad sufren problemas por el consumo excesivo de alcohol.


La psicóloga de la Universidad del Valle de México, Viridiana Palomares, argumentó que los rasgos psicológicos como impulsividad, baja autoestima y una necesidad de aprobación por parte de las demás personas, provoca que los jóvenes beban alcohol de manera inapropiada.

La psicóloga sostuvo que las personas severamente deprimidas o ansiosas presentan un riesgo mayor de desarrollar alcoholismo, tabaquismo y otras formas de adicción, por ser más susceptibles.

Según la encuesta realizada en 2011 por la Comisión Nacional contra las Adicciones, la cerveza es la bebida preferida de la población mexicana. El consumo es más frecuente entre hombres que en mujeres. La manera de ingerir bebidas alcohólicas está aumentando sobre todo en los adolescentes, donde de 8.3 por ciento pasó a 9.7 por ciento en hombres y de 0.4 por ciento a 1.4 por ciento en mujeres, respecto a la encuesta realizada en 2006. Se calcula que en la Ciudad de México, por lo menos, 700 mil menores de edad son bebedores.

Ligado a los datos de la Comisión Nacional contra las Adicciones, el Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) realizó encuesta en 2010, a jóvenes de entre 12 y 29 años; el resultado arrojó que el 58.7 por ciento de los hombres, y el 45.6 por ciento de las mujeres reportaron haber probado alguna vez en su vida el alcohol, siendo la cerveza la bebida alcohólica más consumida.

El estudiante Raúl Castillo argumentó que visitar los lugares clandestinos es una forma de divertirse, aunque nunca pone atención a las consecuencias que su consumo pueda tener, por ejemplo, las posibles adicciones: “Muchas veces la diversión nos ciega, preferimos pasarla bien un rato en lugar de pensar en consecuencias futuras”. A sus 16 años consume alcohol tres veces por semana en alguno de los establecimientos, dentro del plantel lo ha hecho en cuatro ocasiones.

Diversión (tequila, cerveza, mezcal) “a escondidas” dentro del colegio

Los problemas porriles y los jóvenes que en estado de ebriedad intentan introducir bebidas alcohólicas al CCH han propiciado que los jefes de servicio del colegio hayan solicitado apoyo de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF), a través del programa “Escuela Segura”.

Víctor Ramírez, jefe de servicios escolares del turno vespertino, aseguró que las personas a cargo de la vigilancia se percatan de la presencia de estudiantes en estado de ebriedad por el aliento de éstos o porque ingresan las bebidas alcohólicas en botellas de plásticos o vasos de unicel, por tal motivo, realizan revisiones constantes a los alumnos.

De igual forma, señaló que cuando se llegan a percatar del aliento alcohólico de los estudiantes, o la portación de bebidas alcohólicas, no los dejan ingresar al plantel. En caso de que se las “ingenien” para ingresar, los llevan a servicio médico para un examen y posteriormente llaman a un abogado para que aplique la sanción correspondiente, la cual va desde la suspensión hasta la expulsión del CCH.

El artículo 95 de la Legislación Universitaria -(UNAM)- señala: “Queda prohibido asistir a la Universidad en estado de ebriedad o bajo los efectos de algún estupefaciente, psicotrópico o inhalante; ingerir o usar, vender, proporcionar u ofrecer gratuitamente a otros, en los recintos universitarios, bebidas alcohólicas o cualquier otra que produzca efectos similares en la conducta del individuo que los utiliza”.

Sin embargo, Natalia, de 16 años de edad y estudiante de segundo semestre, aseguró que cuando ha ingresado en estado de ebriedad o con aliento alcohólico, los de seguridad le han dicho: “O me enseñas qué traes en la mochila o te vas”.

Afuera del CCH está instalado un puesto de aguas. Según declaraciones de estudiantes que han ingresado alcohol al plantel, adquieren las bebidas, principalmente cerveza, en los lugares señalados y vierten el contenido en los vasos de unicel que obtienen del puesto de aguas; el objetivo es aparentar que sólo es agua y así entrar al plantel.

Un sondeo realizado a 30 jóvenes de entre 15 y 17 años de edad, del CCH, datos arrojó que el 98 por ciento de éstos visitan constantemente los más de cinco lugares clandestinos cerca del colegio. Un 90 por ciento ha introducido más de una ocasión diversas bebidas embriagantes al CCH Oriente.

Ejemplo de lo anterior es Alejandro, estudiante de quinto semestre, quien señaló haber introducido al colegio distintas bebidas alcohólicas en más de dos ocasiones: “La primer bebida que ingresé fue tequila; el mezcal y las cervezas son lo que más consumimos mis amigos y yo. La primera vez, los de vigilancia sí se dieron cuenta pero no me dijeron nada y me dejaron entrar a la escuela sin problemas”, declara.

Por otro lado, Tanya, de 17 años de edad, señaló que una vez entró al plantel con cerveza en un vaso de unicel, pero antes ya había bebido en “Don Juan”, cuenta: “Sí me vieron y olieron pero no me dijeron nada, casi nunca nos dicen nada, a veces hasta se me hace una burla”.

Clandestinidad versus posibles adicciones

El abogado José Rosales argumentó que debido al incumplimiento de las leyes por parte de los dueños de los lugares clandestinos y la imposibilidad de las autoridades por clausurar éstos, por la falta de denuncias; la solución sería tratar de regular el establecimiento de lugares, precisamente, con la ayuda de las denuncias y evitar que los jóvenes asistan a ellos. “Las escuelas deberían implementar y convocar a los estudiantes a realizar actividades recreativas para que no concurran a consumir bebidas alcohólicas”.

De modo que así podría evitarse que la combinación de venta de alcohol en lugares clandestinos, más el consumo de menores de edad, derive en posibles adicciones de éstos.

La psicóloga Viridiana Palomares añadió que el alcohol produce un deterioro físico y mental del adicto, por eso es esencial que la familia se comprometa a ayudarlo. “La familia debe fomentar el diálogo, para que el adolescente se sienta contenido”, finalizó.

En noviembre del año pasado, el diputado local del Partido del Trabajo (PT), Rodolfo Ondarza, presentó una iniciativa de Ley para “Prevenir y Reducir el Uso Nocivo del Alcohol” que busca evitar el consumo en menores de edad, hacer corresponsables a la familia de lo que pase con el menor cuando ingiere bebidas alcohólicas y hacer corresponsable también al lugar, donde ésta se expende, si existe un accidente propiciado por la venta “irresponsable” de alcohol.

Sin embargo, la legislatura terminó y la iniciativa pasó al congelador...




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