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NO ME VEO EN OTRA SECCIÓN QUE NO SEA DEPORTES: ENRIQUE SÁNCHEZ VERA

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Por Manuel Alejandro Álvarez Torres
México (Aunam). Enrique Sánchez Vera se define a sí mismo como “cazador de metas, sueños y objetivos propuestos, que no se detiene en su andar, alguien que siempre está persiguiendo una ilusión que lo lleve a superarse diariamente, apabullando las adversidades”.

Periodista apasionado, carismático y empático, a pesar de sus 55 años de edad sigue demostrando que la experiencia es mejor que la juventud y que para sobresalir en la vida no hay un límite de años, pues disfruta día con día su “trabajo”, así, entre comillas, porque según él, aquello es un simple pasatiempo bien remunerado.


Enrique Sánchez Vera es oriundo del Distrito Federal, específicamente de la delegación Gustavo A. Madero, Enriquito, como le llaman sus amigos y colegas, es un periodista y comentarista deportivo, labora en Grupo Imagen Multimedia, por las mañanas da los pormenores de los deportes en la estación de radio 98.5, en el noticiario matutino que dirige Martín Espinoza, y por la tarde colabora con la sección deportiva en Excélsior Televisión, de dos a tres de la tarde, a cargo de Yuriria Sierra.

En los albores del día, una cabina radiofónica alberga a dos sujetos, al lado de dicho espacio, un antiguo estudio de televisión del cual solamente se distingue el ruido de máquinas y herramientas en funcionamiento. En dicha cabina hay cinco sillas giratorias y una mesa ovalada donde se pueden recargar los brazos y dejar hojas de papel junto a una grabadora de bolsillo.

El día de la entrevista, Sánchez Vera esperaba en una esquina afuera de Grupo Imagen Multimedia; vestía como debe de vestirse para un trabajo formal: traje negro que combinaba a la perfección con su calzado del mismo color, brilloso, recién boleado, aunque el saco lo cargaba en su brazo izquierdo; camisa de manga larga y tinte azul que hacía juego con una corbata azul marino.

Daba un sorbo de café y observaba constantemente su teléfono, pues ya casi era hora de que entrara al aire en otra cabina radiofónica y realizara lo que más le gusta hacer: enunciar y comentar las noticias deportivas del día, seguía revisando su smartphone mientras leía rápidamente sus notas tratando de jerarquizarlas.

“En un rato más le seguimos ¿no?, es que tengo que estar ahí con Martín, pero en cuanto salga, tenemos todo el tiempo del mundo para charlar, tomarnos un cafecito o salir por un desayuno, ¿va?”, dijo con un rostro de presión, pues sus notas estaban revueltas y no tenían pies ni cabeza, puesto que no le dio tiempo suficiente de prepararlas.

Con el tiempo cumplido salió de la cabina donde estaba, se despidió momentáneamente y prometió volver, así que recogió su saco y salió rumbo a otra cabina donde se encontraba una persona de camisa azul de manga larga, tez morena, pantalón y calzado del mismo color: negro, de 1.70 m de estatura, con mejillas redondas y acento yucateco, era Martín Espinoza, titular del noticiario matutino de reporte 98.5, quien anunciaba la entrada de Enrique Sánchez Vera para ofrecer los pormenores de los deportes.

Sánchez Vera tiene un estilo periodístico que hace que la gente lo siga y que se haya ganado un lugar de renombre dentro de la empresa, debido a que según los propios seguidores, tiene empatía con la gente y es accesible a todo lo que se le pide, cumpliendo cabalmente las órdenes.

Muchos de sus amigos platican que la historia del máster es digna de admirarse, porque proviene de una colonia popular y, a pesar de las adversidades, se ha sabido levantar y anteponerse a ellas, dejando en claro que la edad no es un motivo de estancamiento para no seguir progresando en la vida, pues cuando uno lo anhela lo puede lograr.

Luego de 50 minutos de anunciar los acontecimientos deportivos más importantes del día, salió de la cabina y con un “buenos días” a cual más que le sonreía, retomó a su antigua posición en la cabina radiofónica deshabitada.

“Ahora sí, ya tenemos tiempo suficiente para hablar de lo que quieras, vamos a la cabina”, dijo, y de vuelta a aquel espacio deshabitado donde nos esperaban dos cafés y un tazón repleto de galletas surtidas.

Habilidades y un toque de suerte

Al escuchar la pregunta de cómo llegó a formar parte de Grupo Imagen Multimedia, en su rostro se dibuja una expresión de recuerdo, y haciendo añoranza responde con singular alegría: “Llegar a esta empresa no fue muy sencillo que digamos, bien sabes que para trabajar en los medios necesitas una buena palanca o habilidades acompañadas de un toque de suerte”.

“Reporte 98.5 es una estación nueva, porque nació hace más de diez años, surgió como una estación de información especializada para la Ciudad de México, siendo un poco menos formal que el 90.5, que es una estación con periodistas de renombre y mayor peso a nivel nacional.

“Y todo esto nos conduce a que cuando solicitaban comentaristas y gente para la empresa debían de cumplir con múltiples requisitos, los cuales yo no tenía, yo me sentía perdedor y presentía que no me quedaría ahí; hasta la fecha no me explico cómo pude entrar a la empresa porque recuerdo que me dijeron ´déjenos su teléfono, nosotros le llamamos´. Y a la semana ya me tenía que presentar, es cierto, fue como un golpe de suerte, pero tú tienes que provocarlo mediante tus cualidades y aptitudes para el trabajo.

“Hasta la fecha me pongo a reflexionar, las cualidades o las cosas que vieron en mí que yo no vi”, dice al tiempo que en su rostro se perciben gracia y asombro. Continúa: “Cuando les dije a mis camaradas nunca me creyeron, decían que si me quedé fue porque tenía chispa y cumplía con el perfil indicado para el puesto, pues era una persona que pensaba en los demás y en el auditorio”.

Justo como se lo imaginaba


Desde que ingresó a Imagen Multimedia supo que eso era para él, justo como se imaginaba, hablando y conversando sobre deportes en una cabina mientras el productor y el operador le hacían señales o comentarios por el auricular. En su rostro se apreciaba un gesto de alegría y felicidad, pues por lo que contaba, el trabajo que ostenta cumplía todas sus expectativas.

Desde que asistía a la Escuela de Periodismo Carlos Septién se imaginaba en una mesa con micrófonos y otros compañeros discutiendo las notas deportivas a fondo y con cada opinión aumentar su perspectiva porque parte de su vida la ha construido con base en los comentarios de sus colegas y compañeros.

Sus compañeros y amigos coinciden en que si bien Sánchez Vera no es el mejor periodista de deportes del país por lo menos se le ve impetuoso y con ganas de trabajar. Su amigo Francisco Maturano dice que se ve a leguas que para Enriquito, como lo llama, lo suyo lo suyo son los deportes y que él está hecho para el periodismo radiofónico, como el periodismo radiofónico está hecho para él

Giros de 360 grados

Interrogado acerca de cómo Grupo Imagen Multimedia, en especial Reporte 98.5, ha cambiado su vida, Sánchez Vera se acomoda la corbata, hace una mueca de felicidad, decide quitársela y desabrocharse un botón de su camisa blanca, mirar su reloj y sacar su teléfono para mostrar la carpeta de fotografías.

“¡Uhhh, si te dijera!, Estar aquí me ha abierto las puertas de un mundo desconocido para mí, porque yo vengo de una colonia popular, y el estar aquí me permitió codearme con empresarios y demás colegas de un estrato social más elevado”, señala.

Imagen Multimedia le ha dado giros de 360 grados a su vida porque le ha permitido conocer celebridades y figuras del mundo de la farándula y del deportivo, además de cubrir eventos, como la Fórmula Uno o del Consejo Mundial de Lucha Libre, donde puede conocer referentes o personajes de talla internacional.

Maldito perro

Con los dedos de sus manos numerando empezó a dar una lista de frases que lo han marcado, como “vete al diablo”, “maldito perro”, “perro infeliz”, “canijote”, “chiquitín”, por mencionar algunas de su amplio vocabulario que utiliza de broma y genera risas y burlas cuando se escuchan al aire.

Es el tipo de lenguaje que sus radioescuchas desean oír en la radio. “No quieren algo recto y lineal, que se limite a decir las notas de manera aburrida, por eso mucha gente (del auditorio) me felicita y me pide que les dé más”, que les diga que son “maldito perro” o “perro infeliz” cuando está al aire, dice.

En La industrial, las ventanas de las casas eran los palcos

Después de un momento de risas y una vez agotadas las galletas del tazón y el café, Sánchez Vera va por dos botellas de agua, a su regreso empieza a hablar de su infancia y su juventud vivida en un territorio al norte de la Ciudad de México, en la delegación Gustavo A. Madero: la colonia Industrial.

“La tres veces gloriosa Industrial”, como le llama a la colonia donde vivió desde chamaco, está ubicada cerca de la estación La Villa-Basílica del Metro, allí reside gente de clase media con acceso a todos los servicios sin tener grandes mansiones o casas despampanantes. Clase trabajadora que suele ser muy humilde y caritativa con los que menos tienen.

Con nostalgia recordó la colonia y a las personas con la que pasó su infancia y juventud porque para él la vida en la Industrial fue sensacional, ya que ahí aprendió a valorar a la gente que lo apoyaba o que hacía un esfuerzo con tal de que siguiera adelante, porque deseaban que le fuera bien en la escuela, y eso fue lo que constituyó parte de su identidad y una de sus múltiples motivaciones para sobresalir en la vida.

“Había señoras muy buena gente en la colonia, siempre me regalaban manzanas, naranjas u otra fruta. Al término de un partidito de futbol la madre de un amigo nos regalaba naranjas con chile y una vecina nos daba una jarra de agua, y cuando le preguntábamos que cuánto era nos decía que no le debíamos nada, pues ella lo hacía de corazón y nunca esperaba nada a cambio”.

Cada vez que tiene la oportunidad de ir allá le gusta recorrer a solas la colonia donde creció. A cada paso que da va recordando aquellos partidos de futbol en medio de la calle, Se acuerda de aquellos gritos de ¡Pásala!, ¡Tírale! y todas esas indicaciones típicas del soccer. “Era sensacional jugar ahí porque la calle era nuestro estadio de futbol y las ventanas de las casas parecían los palcos del estadio donde podían vernos jugar”, apunta.

No se olvida de su gente

Enrique Sánchez Vera siempre voltea a ver a la gente que lo apoyó a ser lo que es hoy en día, nunca olvida el pasado que le ayudó a llegar a la cima y ser uno de los referentes de Grupo Imagen Multimedia.

“Esto que te voy a decir, tómalo como un consejo, pues es muy importante que cuando llegues a ser alguien en la vida nunca olvides tus raíces, no las niegues y no quieras tener una vida que no es, siempre ve por la gente que te ayudó para que ahora les puedas echar la mano, porque ellos confían en ti y no hay mejor manera de pagarles que reconociéndolos.”

“En mi caso, nunca olvido mis raíces ni a la gente de la colonia Industrial pues, como te dije, son ellos la motivación que tienes para seguir hacia adelante”, señala. Fue el día de su graduación como periodista que juró siempre ver por su colonia y ayudar en lo que se pueda a la gente de la comunidad donde creció y nunca olvidar sus raíces porque al fin y al cabo no las puede ocultar.

“Tus gustos reflejan tu verdadera identidad”, dice. “Por más que uno quiera ocultarlo o disimularlo, siempre habrá algo que nos delate y revele quiénes somos en realidad. Por ejemplo a mí me delata el tipo de expresiones que uso como el ´maldito perro´ y otras más, no puedo disimular mis gustos por las garnachas y los tacos, así como mi pasión por la música tropical principalmente salsa y cumbia, mis gustos por el deporte, porque le voy al América”.

Sin secretos

Afirma que no posee ningún secreto para tener éxito en la radio, sólo cumplir con lo que se le ordena en el trabajo, “tal vez porque hago que la sección de deportes del programa de Martín Espinoza no sea tan formal y aburrida, como en otros programas”, dice mientras busca en uno de sus bolsillos una goma de mascar sabor hierbabuena.

Llamado por muchos de sus radioescuchas y seguidores como “El comentarista del pueblo”, de pronto pone en su rostro una expresión de fascinación e incredulidad por el mote que, según ellos, se debe a que Sánchez Vera entiende perfectamente cómo dirigirse a su audiencia, pues ningún otro comentarista deportivo lo ha logrado.

“Todo lo hago por Rebeca, ella mueve mi mundo”

El camino para llegar a ser lo que es nunca fue tan sencillo y en ocasiones la suerte nunca estuvo de su lado, el golpe de tener que cuidar y criar a su hija Rebeca fue devastador. Ser padre soltero implicaría trabajar de sol a sol para mantener y ofrecerle una vida mejor, sin olvidar su crianza y la obligación de cubrir los gastos de la casa.

Cuando todo iba por buen rumbo, un golpe lo desequilibró y sacó del camino; sin previo aviso, se quedó solo, sin alguien que le ayudara a criar a Rebeca, su única hija. Hablar de ese tema no le viene muy bien, la tristeza y la melancolía hacen de las suyas en él. Se queda pensativo, en sus ojos quiere asomarse una lágrima pero la contiene.

“No todas las veces en la vida te puede ir bien, para llegar a ser el mejor primero debes tocar fondo, porque es de ahí donde inicias el camino para andar de nuevo, mientras estés abajo tienes dos opciones: quedarte ahí tirado y ya no hacer nada, o levantarte y sacudirte el polvo para seguir andando”, señala mientras busca su pañuelo para limpiarse el rostro.

--Entonces, ¿cómo le hizo o en quién se inspiró para salir adelante?
--Mi mayor motivación para no abandonar ningún proyecto o dejarlo inconcluso es el saber que lo estoy haciendo por mi hija Rebeca, de diez años. Ella es la que mueve mi mundo. Saber que soy su única fuente de ingresos me motiva más, porque no quisiera dejarla desprotegida o abandonada, sin que no tenga a nadie en quien apoyarse.”

--Siempre pienso en mi pequeña Rebeca, es ella la única mujer a quien más quiero en esta vida, inclusive si me preguntas te diré que todo lo que realizo lo hago únicamente por ella --En sus ojos una lágrima quiere salir, mientras le da vueltas a su vaso con café.

De pronto, de su cartera saca un fotografía donde aparecen su hija y él, sonriendo y divirtiéndose, en la imagen se visualiza a una niña de diez años con playera y pants rosados, de su cabello tiran dos coletas sujetas con una liga, mientras él aparece con bermudas de mezclilla y camisa tipo Polo, rayada, y una gorra negra.

Rebeca significa mucho para el maestro Sánchez Vera. Al tiempo que de sus ojos rueda una segunda gota, guarda la foto de nuevo en su cartera y se limpia el rastro de lágrimas.

“Perdón por las lágrimas chiquitín, es que recordé lo mucho que quiero a mi niña, pues es todo lo que tengo hoy en día”. Sin duda, es la parte más frágil de la personalidad de Sánchez Vera.

La conversación ha cambiado, pues resulta embarazoso seguir preguntando sobre ese tema que le aflige demasiado pero que evoca con sentimiento y nostalgia.

Por esa razón, sus compañeros y amigos le tienen una gran admiración, porque a pesar de ser padre soltero ha sobresalido en todo lo que ha hecho; sus metas las ha cumplido y eso, bien o mal, le ha ganado un lugar de prestigio en la empresa.

A sus 55 años de edad sigue demostrando que para anteponerse a las adversidades, la edad no es un factor determinante, tanto que hasta la empresa le ha otorgado ciertos beneficios y le ha acomodado un horario de trabajo accesible para atender asuntos de casa.

Los deportes, como anillo al dedo


Ya lo decía Francisco Maturano, uno de sus múltiples amigos en Grupo Imagen Multimedia, que en la sección deportiva se permite estar un poco más relax, porque conociendo a Sánchez Vera no se lo imagina reporteando situaciones de mayor seriedad, porque ésta no le va y su público no le gustaría verlo así, pues es él quien los divierte y entretiene. Además de que los mejores momentos de la vida de Enrique han sido gracias a la sección deportiva.

Como la vez en que se fue a Acapulco a cubrir el Abierto Mexicano de Tenis de 2013, con todos los gastos y viáticos a cargo de la empresa. “Esa vez me dediqué más a ver a las muchachas que a cubrir el evento”, lo dice con un tono picarón y en voz baja para que no ser escuchado por alguien más.

Aquella vez nunca se le olvidará porque fue una experiencia agradable ya que sólo eran cinco horas de juego por 19 de descanso y relajación, porque iba a la playa, dormía a más no poder o se echaba el mentado “taco de ojo” con las muchachonas que pasaban.

¿En serio está trabajando?

Por la época en que el entrenador de la selección nacional de fútbol era Miguel Herrera, un día El Piojo ofreció una conferencia de prensa en el Centro de Alto Rendimiento, en el sur de la Ciudad de México, por la salida a Cuernavaca. Esa vez Sánchez Vera iba acompañado de su colega y amigo Mauricio Ymay, corresponsal de Televisa, quien cubría todo lo relacionado con la selección.

Miguel Herrera estaba al micrófono hasta que llegó la ronda de preguntas, Sánchez Vera se levantó y cuestionó al entrenador nacional, pero la respuesta pasó a ser segundo plano porque lo que se recuerda de aquella ocasión fue la reacción de los compañeros periodistas.

La risa se apodera de él, toma un sorbo de agua y prosigue: “Recuerdo muy bien que le pregunté a Miguel sobre el planteamiento táctico del equipo y al tiempo que hacía la interrogación, se escuchaban murmullos que decían: ´¿A poco trabaja?´, ´Va a llover´, ´¡Vaya, ya era hora!´, ´¡Milagro!´, ´¿No estará enfermo?´, y demás comentarios que a Ymay y a mí nos causaron risa al terminar la conferencia de prensa”.

Los deportes lo divierten, lo entretienen y él hace lo mismo con su auditorio, por eso es casi imposible que lo remuevan de esa sección, porque el público lo pide a gritos todas las mañanas o las tardes en el programa Reporte Deportivo, transmitido de tres a cuatro pm, de lunes a viernes.

¡Habrá segunda parte!

Tras casi cuatro horas de conversación, el entrevistado debía partir hacia la llamada Esquina de la información (el cruce de las avenidas Reforma y Bucareli, donde se ubican los diarios Excélsior y El Universal), pues el enemigo a vencer era el tráfico esta vez, tenía que enunciar las noticias deportivas en el noticiero de dos a tres de la tarde en el canal 28 de televisión abierta (ahora 27.1).

“Tú no te preocupes, me avisas si deciden publicar la entrevista, si no, pues me vienes a ver y tomamos un cafecito y hacemos la segunda parte. No te digo ´adiós´ porque no es definitivo, mejor le dejamos en un ´nos vemos luego´¨, justo cuando tomaba su saco y su corbata, salió a los pasillos y, como de costumbre, toda la gente lo saludaba pues ha dejado huella en Grupo Imagen Multimedia.

En el escritorio dejó una nota, posiblemente la clave de su éxito, que decía: “Abdicar a tus sueños o esperanzas es traicionar a la gente que cree en ti; claudicar es tirar a la basura todo el esfuerzo que otras personas han hecho por ti; rendirse es la manera más fácil de parar en la búsqueda de los objetivos”.

Sánchez Vera sueña que un día le otorguen un premio de periodismo por sus años en el medio y para ello redobla esfuerzos, porque entiende muy bien que llegar a la cima cuesta, y mucho. El máster es ejemplo para muchos compañeros porque sobreponerse a los múltiples obstáculos no cualquiera lo hace.







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PEDRO PLATA: TRAS LOS PASOS DE UNA PARÁBOLA DE 59 YARDAS

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  • Pie equinovaro bilateral congénito no le impidió éxito en futbol americano
Por Marco Antonio Plata Ortiz
México (Aunam). Primero se quita un zapato, luego el otro. Pedro Plata Hernández reposa los pies sobre el tablero. Se pone cómodo. Una mujer pasa por la acera y lanza una rápida mirada hacia dentro de la camioneta y prosigue camino. A donde vaya, el aspecto de Plata anima la curiosidad de los extraños. No se esconde. A veces te lo encuentras a la vuelta de una esquina y le pides un autógrafo. La sorpresa es mutua pero accede sin pensarlo.


Los años pasaron en balde para quienes esperaron sentados su derrota. Nunca ha claudicado. Ni siquiera cuando nació. En ese momento no hubo un doctor que diagnosticara su condición porque el alumbramiento ocurrió en su casa, rodeada de monte, milpas y coyotes, en Chantejé, municipio de San Miguel Acambay, estado de México. Una certeza se acrecentó en los testigos de aquel suceso, incluido el valle; todos guardaron silencio.

Pedro Plata padece el pie equinovaro bilateral congénito, un mal que incide en aproximadamente uno de cada mil nacimientos. Significa que sus dedos apuntan hacia el interior, las plantas de los pies miran hacia atrás y todo el peso de su cuerpo descansa sobre los tobillos.

A pesar de ello, su carácter le llevaría a conquistar las mieles del éxito profesional y humano en uno de los deportes de contacto más exigentes del planeta, haciendo lo que para muchos parece imposible: hacer goles de campo.

Con sólo una temporada en categoría intermedia jugó las cinco temporadas de elegibilidad en categoría mayor en la Organización Nacional Estudiantil de Fútbol Americano; dos temporadas de Categoría Máster de la desaparecida Liga Nacional de Fútbol Americano y dos más en la Liga Nacional de Fútbol Americano de Veteranos. Siete de esas diez temporadas (cinco de categoría mayor y dos de máster) consideradas en su momento del mejor nivel de fútbol americano de México, y cuatro veces ganador de la nominación para la selección ideal de la liga como mejor pateador de goles de campo y puntos extra. Jugaría un clásico Politécnico vs Universidad en 1978 y, en 1983, pisó el campo de prácticas de los Jets de Nueva York, donde estuvo a un paso de lograr una contratación en la Nacional Futbol League de Estados Unidos, superando las limitaciones físicas pero sobre todo, las imposiciones mentales que detendría a cualquier otra persona.

Los asientos traseros permanecen guardados en la camioneta. En su lugar, una camisa cuelga de un gancho. Hay cajas de cartón y archiveros de plástico cocidos con cinta adhesiva y desdoblándose hacia adentro. Una impresora corona varias maletas. Algunas bolsas de contenido indescifrable y demás fetiches y afiches propios de los viajes constantes se esparcen por los rincones. Un convertidor de corriente le permite recargar su celular para estar siempre en contacto con su familia. Todo parece tener un orden en la oficina ambulante de Plata.

“Acelero con el bastón y freno con la pierna izquierda. Ya lo hago automáticamente, incluso platicando; lo realizo de forma inconsciente. No siempre fue así. Antes manejaba de manera normal, usando las dos piernas. Me di cuenta que me dañaba bastante conducir porque al aplicar fuerza con el pie me lastimo donde tengo una herida.

“Las heridas aparecieron hace casi 10 años en los pies. Ya tengo alrededor de un año manejando de esta manera. Con el tiempo las heridas regeneraban pero ahora pienso que ya no será así. Necesito moverme y trabajar y adaptarme a lo que sea necesario. Hace nueve años que me pensioné por incapacidad”, señala el hombre.

Su mirada quincuagenaria recorre ansiosa todas las direcciones como si buscara adivinar la procedencia de alguna pregunta. A lo mejor en su juventud, cuando las entrevistas se hacían sobre el emparrillado, con las hombreras calzadas y el casco en la mano, lo tomaron desprevenido y ahora se cuida de los periodistas. Después de una charla corta pregunta si ya habíamos empezado. “Ya, desde hace 15 minutos”, le respondo.

“Manejo desde que tenía como 20 años. No poseía un auto. Tenía la duda si podía manejar con los pies encontrados. Empecé a practicar poniendo unos palos en el piso y luego, cuando invitaron a jugar futbol americano a mis amigos de la vocacional, y posteriormente a mí, Alfredo Jiménez Malinda, uno de los coaches, nos dijo ´yo tengo un coche pero está descompuesto. Si lo arreglan se los presto para que vayan a entrenar´. Salíamos a las 2 de clases y la práctica empezaba a esa misma hora, así que tomé la iniciativa y llevé el carro a la casa donde vivía para que mi hermano Jaime lo arreglara. En el auto de Malinda fuimos a entrenar como tres meses.

“Donde nací no había coches. Muy ocasionalmente veíamos alguno extraviado que por ahí aparecía. Las casas estaban separados por uno, dos o hasta tres kilómetros de distancia. Vivíamos en la boca del valle, a las faldas de un cerro. Un vecino, que no podía subir su auto hasta su casa, lo dejaba en la nuestra y ese era el carro que conocía. Era un jeep, lo recuerdo bien. Alguna vez me llevaron a vacunar al pueblo y fue cuando conocí los camiones.”

Sus cejas son ligeras, bailan y hacen sobresalir aquellos ojos aplastados por la carne de los párpados. Se sorprende como si fuera una historia ajena, por primera vez escuchada. De pronto su semblante se vuelve serio y su voz adquiere una vibración grave. Sus manos se tocan sobre el volante y agrega:

“A los nueve años vine a vivir a la casa de mi hermana en la Ciudad de México y entonces cambió todo. De habitar el campo con toda la libertad, vivir en la ciudad fue completamente diferente. Para desplazarme en el monte a todos lados iba caminando. La escuela quedaba como a 500 metros de nuestra casa, que era la más cercana. No era un trayecto considerable. Había niños que caminaban tres o cuatro kilómetros para ir.”

“¿Sobre qué caminaba? ¡Había senderos! Recuerdo cuando empecé a caminar, el suelo era tierra dura, incluso el de la casa. No podía apoyar directamente los pies por lo cual mis hermanos hicieron mis primeros calzados. Eran zapatos viejos o huaraches que recortaban para ajustarlos a mis pies. Ocasionalmente esos arreglos fallaban y alguien me cargaba. Los compañeros de la escuela más grandes, adolecentes, que compartíamos el salón porque sólo había primero y segundo de primaria, me llevaba en la espalda de paso a su casa.”

La ansiedad vuelve con alegría. Disfruta cada detalle con las manos en la nuca. Plata se regocija con los recuerdos. Los abraza como un tesoro inteligible para quien no haya esperado a que se muera el hambre, cuando es una visita inesperada.

“También me movía mucho al monte con mis hermanos, con Jaime sobre todo. En esa época él era el encargado de cuidar los animales. Hacía todo porque yo estuviera siempre con él. Entre juegos, hacía de transporte con una rama llamada horqueta, que jalaba de la parte más gruesa y así (sentado sobre los dos extremos que iban sobre el piso) me arrastraba para todos lados. Una vez me lastimé pisando una rama seca y me hice una cortada no muy profunda. Entonces Jaime me llevó en la horqueta por el monte todo el día. A veces, si había dos personas, me cargaban en una parihuela, que consiste en un par de palos, más o menos largos, paralelos, envueltos en un ayate como una camilla. Así me llevaban ocasionalmente, como un juego.

“En ese entonces, me cubría los pies y me amarraba algo, pero podía correr perfectamente. Andábamos de arriba a abajo en el monte. Jugábamos futbol. Como nuestros recursos eran limitados, la pelota era un montón de trapos o prendas viejas amarrado con hilo de ixtle proveniente de maguey. Eso lo usábamos mucho para hacer trompos, por ejemplo. A una rama le dábamos forma con un machete y con el ixtle ya teníamos un trompo.”

Parábolas

Su mirada se fija siempre hacia adentro cuando hace memoria. Trata de que al hurgar en sus recuerdos no se le escape ni una yarda.

“Mi infancia la pasé en movimiento. Nunca estuve recluido en un cuarto. La situación familiar era propia del campo. Tenía 12 hermanos y la interacción era principalmente con ellos. Además tenía un hermano menor, Federico. La atención de mis padres iba más con él, yo prefería salirme.

“Sin embargo, ir a la ciudad no fue tanto una decisión mía. En la escuela sólo enseñaban a leer y a escribir. Una escuela más avanzada implicaba caminar siete kilómetros hasta la carretera y tomar un camión hacía el pueblo. No contábamos con dinero para cubrir el pasaje.”

En ese instante un hombre mayor pasa caminando a media calle con un cigarro de marihuana en la mano. Pedro no se inmuta. Los vicios le son tan ajenos como darse por vencido. Continúa su relato:

“La mano de obra de los muchachos que crecen en el campo se vuelve indispensable. A muchos no les gustaba la escuela y se iban a trabajar, a muchos otros no los dejaban sus papás porque eran requeridos para cuidar los animales, recoger leña, ayudar a quitar la hierba, muchas actividades indispensables.

“De hecho, para integrar un grupo de la escuela se formaba una comisión de padres de familia que recorrían todas las casas invitando y convenciendo a los padres de la importancia de aprender a leer y a escribir. Entonces mi hermana mayor, Eufrosina, previendo que yo no podría desarrollar las duras actividades del campo, me invitó a vivir con ella en la Ciudad de México. No me imaginaba aquella vida. La televisión, por ejemplo, me era desconocida, apenas había escuchado el radio que una vez dejó Eufrosina en el rancho. Tenía nueve años y todavía no era del todo consciente de mi condición física.

“Llegué a tercero de primaria y me juntaba con quien fuera para jugar futbol. Nunca faltaron los niños curiosos que se la pasaban preguntándome por mis pies, ¿por qué esto?, ¿por qué lo otro? Algunos hasta llegaban a pisarme para ver cómo reaccionaba. Las personas mayores me veían y supongo, con buenas intenciones, me paraban en la calle para proponerme una solución. ´Yo tenía un sobrino así, un hijo... lo curaron´. Muchas eran propuestas disparatadas. Todos querían ayudarme”.

Extiende los brazos y abre las manos. La incredulidad se asoma con inocencia en su gesto. Como si todos fuéramos espejos y la mirada nunca nos penetrase. No se sabe si la impresión de su mirada es un genuino rebote de quienes no creían lo que sus ojos veían o el reflejo de tu cara. Y te empapaba ese entusiasmo mezclado con melancolía.

“Esa situación de curiosidad, de que todos me preguntaban, duró muchos años, creo hasta la secundaria. Recuerdo muy bien a esos niños que me pisaban cuando no les prestaba atención. Inclusive, uno de mis hermanos, con toda la inconsciencia y la crueldad que te puedas imaginar, me fastidiaba con que me iba a curar. ´Tráiganme un serrucho y el martillo para enderezarle los pies´, decía. Y yo corría al campo para que no me agarrara. Obviamente no me iba a serruchar, pero a mí me asustaba mucho”.

Él no quería ir a la escuela, lo obligaban. Cuando llegaba la hora, se iba a esconder al monte y se pasaba todo el día ahí. Nunca aprendió a leer.

“No me preocupaba la situación de mis pies. Mis carencias fueron compensadas por los apapachos de la gente que me rodeaba. Yo trataba de hacer mi vida como en el campo, la gente veía en mí mucha iniciativa e ingenio, así que me alimentaron de elogios por las muchas habilidades que demostraba. Por ejemplo, en la casa de mi hermana había un pequeño jardín donde, entre juegos, sembraba. Con una punta removía la tierra y metía unos granos de maíz. Al rato teníamos una olla llena de elotes y todos esbozaban felicidad sus rostros”, rememora. Y la sonrisa le aflora como un niño.

“En otra ocasión, para la escuela me pidieron un trabajo de Benito Juárez. En el rancho jugábamos a hacer adobes con tierra y pasto. Con el manguete de los calendarios dábamos forma a los ladrillos. Y en esa ocasión llevé una maqueta hecha, adobe por adobe, para la barda de un cuartito y un pesebre donde Benito Juárez había nacido. ¡Uuuy! Ese trabajo cómo lo elogiaron. Entonces también dibujaba y pintaba, y jugaba soccer. Le pegaba muy duro al balón. Siento que eso fue compensando cualquier limitación física”.

De nuevo la atmosfera se espesa en un momento clave. “Específicamente me preocupé en la adolescencia, cuando quise establecer una relación con las muchachas; sentía que tenía el carisma para hacer muy buenas amigas pero cuando pretendía ir más allá de la amistad, las muchachas me daban la vuelta y no querían otra cosa. En ese momento lo resentí ¿Por qué había nacido así? Eso fue lo que más me desanimó. Todavía para ese entonces usaba zapatos remendados. Les cortaba la punta y mis dedos salían.

“En una ocasión, creo que estaba en sexto de primaria, una de mis hermanas me llevó con un zapatero. Él tenía un problema similar al mío y pensé ´si él se hace sus zapatos no habrá ningún problema con que haga los míos´. ¡Resulta que no quiso!” La incredulidad se dibuja nuevamente en su rostro como quien espera harto rato una incongruencia sólo para señalarla. “El zapatero nunca había superado su situación y ya tenía como 40 años. Fue rotundo, no se prestaría a hacerme unos zapatos que lo dejaran como a él. Su consejo fue que me operaran.

El parteaguas vino cuando tenía alrededor de 20 años. “Mi estructura ósea había madurado. Entonces el desgaste de mis pies era más evidente. Utilizaba plantillas de cartón o de cualquier material blando que encontrara. Poco a poco, la fricción, el estar de pie, la confección de mis zapatos inadecuada, hicieron ampollas y las articulaciones me dolían hasta quedarme días tirado”.

Más allá de los límites

“Un compañero de la Escuela de Medicina que se desenvolvía en el hospital ABC me presentó al que en ese entonces era el mejor médico del mundo: el doctor Simón Build, quien poseía estudios en Europa y Estados Unidos, con muchas intervenciones exitosas. Después de examinarme, el doctor llegó a la conclusión que mis pies estaban prematuramente envejecidos; a la edad de 20, estos aparentaban 60. Auguraba que podría caminar un par de años más, pero después ya no sería posible.

“La opción era amputarme. ´Por la apariencia estética no te preocupes, te pongo una prótesis con un pie normal y todo el mundo te verá bien, ya no vas a tener problemas´, etc., etc… No se prestaba pensar que tuviera un interés económico. Nunca me cobró las consultas ni los estudios y la opción de operarme corría por cuenta del hospital como una labor social, entonces no existía la posibilidad de sacar algún provecho del asunto.

“No tuve mucho tiempo para pensarlo. En lugar de quejarme, Dios me dijo ´¡ahí está el futbol americano! Termina de formar tu carácter y sé feliz´. Todo empezó cuando invitaron a mis amigos, con experiencia previa en intermedia, a integrar el equipo de Búhos. Insisten que me vieron jugar soccer y para ellos la impresión fue considerable. Alfredo Jiménez dijo: ´tú vas de pateador´. No sabía nada de futbol americano.

“Empezamos a practicar en unas canchas de tierra, donde sí podía apoyar sin lastimarme; correr en el pavimento era doloroso. Ya sólo era posible jugar en aquellas canchas, el soccer estaba descartado. Como podía, colocaba el balón haciéndolo guardar el equilibrio y pateaba. Había que ir por la bola adonde cayera cada vez. Era muy limitado lo que podía hacerse.


“Una semana antes de empezar la temporada y designar las posiciones, Alfredo me llevó con Juan Genaro Martínez, el head coach. ´¿Qué hacemos con éste? ¿Le damos el equipo o no se lo damos?´ La actitud de resolver la situación como sea fue lo que convenció a Genaro de darme una oportunidad. Él no me conocía. Después me contó que la gente de liga mayor fue a ver las últimas prácticas para sondear posibles prospectos. ´No le des alas, eso no es para él. No va a poder. No lo ilusiones, después será peor´. Genaro se empecinó en demostrar lo contrario. ´¡Cómo de que no puede! Si él quiere hacerlo le enseñamos cómo´. Se dio entonces a la tarea de hacer lo necesario para que me dieran la oportunidad. Me incluyeron en el equipo. Hice unos zapatos especialmente para jugar, de piel blandita.

“El primer juego fue histórico. Estaba muy cerrado, cero a cero. No se veía quién fuera a anotar. Se presentó una oportunidad para patear. Yo estaba muy nervioso, sentía que todo el mundo se fijaba en mí. Lo pateé desviado. Luego hubo otra oportunidad. Como el primero lo mandé hacia un costado, el segundo quise compensar la trayectoria y volví a errar, ahora por el otro lado. ¡Tuve una tercera oportunidad! Me dijeron ´entra´, estaba distraído. Se me hizo muy lejos la portería. Cuando llegó el momento ni siquiera alcancé la distancia. Tenía buena dirección, pero el balón nunca llegó. ¡Tres goles de campo desperdiciados en mi primer partido! Al medio tiempo el director de la Vocacional seis nos dijo ´si ganan este partido les voy a comprar una chamarra a todo el equipo´. ¡Pues órale! En el último cuarto se presentó otra oportunidad. Pensé, ´ya fallé 3. Lo peor ya pasó´. Con toda la tranquilidad metí ese gol de campo y el partido lo ganamos 3-0. El director nunca nos pagó las chamarras.

“El primer año en intermedia no fue lo que esperaba. Sólo metí ese gol de campo y los demás fueron puntos extra, unos siete u ocho. Me quedé con la espinita clavada. Nunca había visto un juego de liga mayor, pero en el equipo, según los visores, había talento para jugar una competencia de mayor exigencia.

“1.3 segundos es lo que debe tardar en salir una jugada de patada desde que se pone el balón en juego, dilatar más significa que la línea ofensiva puede bloquearte o, peor aún, taclearte. El margen de error es diminuto y requieres de mucha concentración y sincronización para sacar la jugada. Esta es la oportunidad.

“Apostaba por dos cosas. Si realmente mis pies estaban tan desgastados como decía el doctor, no iba a aguantar el entrenamiento de liga mayor. Entonces procedería a la amputación. Y la otra opción, me esforzaba y se fortalecían mis pies con todo el trabajo sistematizado hasta recuperar su capacidad. Me la voy a jugar, dije. Genaro, desde el momento en que comenzó a equiparme, estaba convencido de que podía estar a cualquier nivel. Me comentaba, ´allá vas a tener un equipo médico, no tendrás que ir por las pelotas. Y me ilusioné´.

“En primera instancia, me di cuenta que mis zapatos de intermedia eran muy suaves. Hice un nuevo par de piel más dura, carnaza. Cuando mojas la piel y la secas al sol, se endurece como piedra. Mi motivación era infranqueable. No sabía hasta dónde podía esforzarme, pero no podía quejarme. Todo el mundo dudó de mí. Los coaches dudaban, los compañeros tenían curiosidad por saber hasta dónde llegaría, y a muchos otros les motivaba mi determinación.

“Mi carácter fue una respuesta a las necesidades. Por una parte, desenvolverme desde un medio con tan poco recursos, también el no tener la protección de mis papás; esa hambre de tener cosas mejores, de sentirme querido y aceptado, es como una bola de nieve, te alimenta para llegar al éxito. Me di cuenta que había muchas personas que se sentían orgullosas de lo que hacía. Pero sin duda, la falta de estructura familiar denotó mucho.

“Cuando vine a la Ciudad de México y salí de ese núcleo, aunque fue con los hermanos, añoraba mucho el regreso al campo. Esperaba las vacaciones con impaciencia para ir con mis papás. Soñaba con las veredas y los senderos, los campos llenos de girasoles que, en tiempos de lluvia, volvían morado el monte. Entonces mi mamá murió, yo tenía 13 años”.

Le tembló la voz por primera vez en toda la entrevista, pero siguió: “La estructura se rompió y fue cuando supe que no volvería al campo. Me marcó el querer tener una familia. Ahora ya no como un hijo, sino como un padre.”

Su figura adquiere un sentido más allá de lo corpóreo. Se erige como una idea, un pensamiento a prueba de cualquier obstáculo. Ya no es aquel pateador de goles de campo, es un coach. Las palabras de Pedro Plata te envuelven como el amor de un padre a un hijo.

“Tuve de escuela a todos mis hermanos, que eran mayores, excepto uno; aprendí de los errores que veía y adquirí una visión clara de lo que quería. Tantas cosas en contra me hicieron no minimizarme, sino todo lo contrario; mi vida ha sido improvisar de todo lo posible. Hay tantas oportunidades, donde uno desperdicia y lastima a las personas. ¿Por qué tiene que ser así? Tú puedes ser diferente. Y si en la adolescencia reclamaba por la futilidad de mi destino, la vida me mostró después que sin todos esos obstáculos no hubiera alcanzado las mejores satisfacciones”.






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UN CARIBE CHILANGO

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Por Jair Avalos López
México (Aunam). Hubo vallenato, cumbia, salsa, silbatos y timbales. Mujeres de cintura seria y caderas alegres. El Carnaval de Barranquilla, emblema de la fiesta colombiana, se realizó en su edición 2016, a un costado del Monumento a la Revolución, en el Centro de la Ciudad de México.

Para la celebración se instalaron dos carpas blancas y un escenario de mediana magnitud, apenas metro y 10 de alto, cinco de ancho y tres de fondo, el cual fue adornado con mariposas de papel crepé y de papel de china de tonos amarillos, azules y rojos. Los colores de la bandera de Colombia.


La Comunidad colombiana en México realiza año con año, desde su fundación hace 32 años, la fiesta de la carne. Para la presidenta del Patronato Carnestolendo, Dana Hasay Arteaga, “el único objetivo del festejo es que los jóvenes no olviden sus raíces sudamericanas”.

-Hay una reina y un rey ¿Cómo los escogen?
-Pues se postulan dentro de la asociación y se eligen por medio de likes en nuestra fanpage. El único requisito para ocupar ese puesto es que sean personas nacidas en Colombia. Es nuestro Caribe Chilango. – dijo la presidenta.

Dana Hasay se movía de un lugar a otro constantemente. Se cercioró mediante llamadas telefónicas que las autoridades culturales de la delegación Benito Juárez no les cancelaran el servicio de luz eléctrica hasta pasadas las 10 y media de la noche del sábado 27 de febrero.

-Es que si no nos ponemos abusaos nos cortan la energía y adiós carnavalito.

Esa población sudamericana es una de las más influyentes en México. Desde el mandato derechista del presidente Julio César Turbay de 1978 hasta el 82, muchos intelectuales perseguidos huyeron de Colombia. Sin contar cuando Pablo Escobar Gabiria le declaró la guerra al Estado Colombiano, en 1984, y la migración se agudizó.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) habitan cerca de 13 mil 922 colombos en el país dispersos entre la sociedad del águila y la serpiente, para contagiar con su peculiar acento y su forma de hablarle a la gente de usted.

Manjares sudamericanos


El aroma de los platillos colombianos, bolivianos y peruanos que se ofrecieron sedujo por la nariz a los transeúntes. Desde uno de los extremos de la plaza se distinguían las empanadillas de queso, las papas rellenas de carne de res, arroz y queso; plátanos machos amasados y vueltos una pelota rellena de queso, servida con arroz y frijoles.

Atrás de un mostrador, unas negras de piel hipnótica, de un metro 80 de estatura con unos vestidos rojos de motas blancas, sirvieron por cincuenta pesos un viaje alimenticio por las tierras del río de la Magdalena.

El vapor de la comida boliviana llenó la carpa. En una plancha de cocina industrial se asaron bisteces, T-Bones, chuletas y chuletones de cinco centímetros de ancho, que se sirvieron a modo de un emparedado.

-Oiga – decía un hombre de mediana edad a una mujer anciana – Si tiene hambre no vaya a comprar comida peruana. Mire que feo está el lechón que sirven, el pellejo está muy grueso – mientras lo dice, revuelca con la cuchara un trozo de carne horneada por el platoncillo.
-Mijo, mejor hubiera comprado una arepa é huevo, que están más baratas y más ricas – respondió la mujer.

El evento se retrasa

Ya eran las cinco y media de la tarde y la reina electa del 2016 aún no llegaba. Los organizadores corrían de un lado a otro. En especial Martha Lucía Garsón Sarasty, mejor conocida como Lucy Garsón.

Lucy Garsón llegó a México por una convivencia internacional de deportistas y folkloristas en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez. En ese encuentro se enamoró de quien sería su compañero por 40 años, José Luis Pérez Suárez.

El matrimonio fundó la asociación Colombianos en México y el ballet Estampas Colombianas, con el que promovieron las danzas típicas de las diversas regiones de esa patria. Y en 1984 comenzaron a festejar el primer carnaval barranquillero.

“Creo que no tengo motivos para dejar de hacerlo. En México encontré el amor, la vida que en mi país no hubiera podido encontrar. Aquí viví plena”, dice la mujer de más de 70 años.

El pants blanco de Lucy suena con la fricción. Las mejillas se le sonrosan más. Esa mujer flaca da una vuelta y otra y otra, supervisa los detalles de sus bailarines, vestuario y música, sonido y tiempos. Mientras ella hace su labor, el Sultán de la Salsa ameniza el rato.

-Para el barranquillero que baila arrebatao. Para el mexicano que se le ha pegao. Para las zonas que se han unido, cada uno tiene su tumbao – el tremendo caché de aquel vocalista de raza colomboafricana instó a los asistentes a gritar y bailar canciones como No le pegue a la negra, Llorarás y algunos éxitos de Celia Cruz. Era imposible no verlo, llevaba además un saco azul eléctrico con una corbata de moño color roja.

La reina a coronar, Tatiana Fernández llegó. Los bailarines se dispusieron a terminar su calentamiento y su arreglo indumentario.

En algunos aspectos, a Lucy Garsón no la melló su viudez en noviembre del 2015. Se vio más preocupada “por la realización del carnaval que por la pérdida de su compañero”.

-Señora, ¿pero cómo le hace para no sentirse mal, si dice que fue su compañero de vida?
-A ver – dijo con un tono más cortante – yo soy psicóloga especialista en Gestalt y tengo una forma de vivir. Yo vivo el aquí y el ahora. Por eso estoy tan serena, porque tengo una misión en la vida y en este momento se llama Carnaval de Barranquilla en México – respondió con un triunfalismo cuasi creíble, de no haber sido porque sus ojos se enrojecieron y se aperlaron.

“El gran Gabito”

En los bailes no faltó la figura del colombiano más famoso que radicó en la Ciudad de México. Gabriel García Márquez bailó en las diferentes sedes del espectáculo recreativo.

-Cuando murió Gabo – explicó Garsón– pidió que no lloráramos su muerte. Quería alegría y música. Nosotros llevamos a un trompetista, y mi esposo y yo nos pusimos a bailar con su música, hasta que nos corrieron del Bellas Artes.

Varios intelectuales de la comunidad colombiana en México, como el autor de Cien años de soledad, promovieron la realización del festín que originalmente inicia cuatro días antes del inicio de la Cuaresma, desde 1829 así se hace en Colombia.

“Gabo nos mandaba mucha gente para admirar el evento. Por lo general siempre se terminaba metiendo a bailar o bailaba con su mujer. O terminaba bailando con quien se dejara – se ríe – Así era el gran Gabito”.

Para la seis de la tarde tuvieron que suspender la participación de otros grupos musicales. “Si no, nunca va a iniciar la coronación”, decían las organizadoras.

Y comenzaron con un repertorio de cumbia tradicional colombiana. El ruido del clarín aderezó la presentación. Algunos hombres subieron al estrado con su pantalón de manta, un morral cafetalero y su sombrero vuelteao, que es el sombrero tradicional de la zona costeña. Y las mujeres con sus vestidos adornados con escarolas de colores.

Tatiana Fernández, una chica de apenas 16 años, dictó su bando real.

-Yo deseo que en mi era,
no se acabe la diversión.
Lo deseo de corazón,
que nadie se quede fuera.

Ese versito lo acompañó con un movimiento de cadera. Hubo un grito de los caballeros, consecuencia lógica del agua de maracuyá que había surtido efecto. No por nada también se le conoce como Fruta de la Pasión.

“Aquí nadie me quita la corona”



Con los ritmos salseros, el vallenato y la cumbia, los integrantes de Estampas Colombianas dieron muestra de cómo se baila en el Caribe. El meneo de las caderas, tanto de hombres como de mujeres, idiotizaba.

El rey feo, Julián Rueda, subió luego de varios números. Fue coronado por la sultana de ese año, aunque sin las mismas reacciones del público.

Tatiana agregó a su bando real:

“Ordeno que en cada esquina, a punta de zapateo, se rompan las baldosas y las mujeres nos pongamos guapachosas. Que los timbales retumben a toda hora y las maracas se apoderen del sol en todas partes (…) se los ordena su reina que está de mandona, y esto no es Miss Universo, aquí nadie me quita la corona”.

Para ese entonces, los músicos y bailarines bajaron e hicieron el recorrido por la plaza del monumento a la Revolución. Aunque hubo luz para el encuentro, alrededor dominaba la penumbra. Eso no los detuvo, se alumbraron con uno trozos hechos de seis veladoras amarradas con un listón.

“El que reza y peca, empata”, dicen los barranquilleros para dar pie a la fiesta, a la bebedera y a la bailadera, que sólo se cura con el inicio de la cuaresma.

Fue la primera vez que el Comité se arriesgó a hacer su jolgorio en el Monumento a la Revolución. En 2015 fue en Tlatelolco y no tuvo la misma convocatoria.

Juanito Carnaval, personaje que engloba la festividad, fue enterrado ese mismo día. Así acabó la recreación del Carnaval de Barranquilla, pero no de la fiesta. Ese grupo de caribeños, citadinos y uno que otro europeo se siguieron con el son cubano que ahí tocó, pues como ellos gritaron: “hay que beber, reír y cantar, ¡Que el mundo se va a acabar!”.




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JUAN PABLO ARCIGA: UN GENIO EN LA ROBÓTICA MEXICANA

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Por Yareli Ortega Avila
México (Aunam). “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”, Juan Pablo Arciga recuerda la frase de Confucio, la cual le ha guiado y servido de inspiración en su carrera, alentándolo a seguir sus sueños de manera constante.

Es alto y luce jovial, aunque un poco cansado, con las ojeras características por el fin de su quinto semestre. Sus manos, largas y firmes, más allá de expresar emociones, es ese toque perfeccionista que él siempre busca haciendo movimientos exactos e inequívocos. Su vestimenta tan casual como su actitud: porta una playera que lo identifica como parte de la comunidad de ingeniería mecatrónica.


Busca un lugar tranquilo donde disfrutar de una buena plática, decide ir a un lugar con sombra, pues el día está muy caluroso como para querer estar bajo los intensos rayos del sol. Observa el paisaje, la Torre de Humanidades que queda a sus espaldas y la Biblioteca Central hacia el frente, ve el monumento que a diario cruza para llegar hasta donde estudia, la Facultad de Ingeniería, donde él ya es más que conocido por sus logros.

Mi infancia resumida en un suceso

—Si pudiera resumir el porqué de cómo soy en un suceso de mi infancia, elegiría el día que mi madre fue a un festival a la primaria donde estudiaba

Se toca la cara como quien intenta recordar una caricia anhelada, sus ojos se llenan de esperanza y se nota como cambia su semblante al hablar de aquella situación, representando la importancia que tiene su madre en su vida.

—En la primaria, en el tercer grado, pusieron muchas manzanas con palabras escritas, como riqueza, abundancia, alegría y demás cosas que uno desearía para el futuro. La maestra dijo que cada padre debía escoger una manzana que tuviera escrita la palabra que desearían que su hijo tuviera e hiciera realidad para toda su vida, yo vi cómo muchos padres sin pensarlo recogían el dinero, el éxito y todo lo que pudiese ser material, al regresar mi madre a mi lugar, me dio la manzana que había escogido para mí: ese fruto decía “humildad”. —Al pronunciar la palabra se llena de orgullo, como un niño al saber que ha complacido a su madre, y suelta un pequeño suspiro—.

—Esa palabra es la que me ha acompañado en lo que tengo de vida, nunca se me olvida, tengo una foto en mi escritorio donde estoy con mi madre y esa manzana; esa palabra clave es la que guía día con día cada una de mis acciones y éxitos, en resumidas cuentas, es mi infancia resumida en ese día.

De médico a ingeniero en mecatrónica

—Yo no pensaba ser ingeniero en mecatrónica, mucho menos en llegar a estar en concursos con la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, —más conocida como NASA por sus siglas en inglés, National Aeronautics and Space Administration— ni viajar por diferentes países; yo quería ser médico, me imaginaba desde pequeño con mi bata atendiendo a las personas y ayudando a curar a todos, pero pronto eso cambió.

Hasta que entré a la preparatoria, que fue en el CCH Vallejo —etapa importante, pues de ahí conoce a quien ahora es uno de sus mejores amigos, Cristian Cortés Pacheco — tenía la idea de estudiar medicina, no había nada que pudiera cambiar esa idea, ni por muy difícil que dijeran que es esa carrera, hasta que entré a un curso de robótica, donde empecé a ver que no sólo era bueno en eso, sino que de verdad me apasionaba el crear robots y armar y desarmar cada pieza; era como volver a ser un niño.

Después de entrar en ese curso, se dio la oportunidad de que mi equipo y yo viajáramos a Holanda a competir con países como Japón, Alemania y China, donde estuvimos en el lugar 15 de 45 participantes, esto me abrió los ojos y así fue como me di cuenta que no quería estudiar medicina, sino ingeniería mecatrónica.

La imaginación como libertad de ingenio

—La imaginación es algo muy importante en mi carrera, con ella se es libre, se piensa sin ninguna frontera y es lo que hace que podamos crear nuevas cosas, es ese ingenio que nos caracteriza.

Algo que siempre nos reconocen a los mexicanos en las competencias de robótica —dice con una sonrisa brillante, orgulloso de serlo— es ese ingenio, el crear mucho con tan poco, es lo que nos ha hecho a mi equipo y a mí irnos destacando en las competencias a las que hemos asistido.

—No voy a mentir, hay personas de otros países que al preguntarnos de dónde somos y escuchar nuestra respuesta llegan a sacarse de onda, piensan que en México aún no estamos lo suficientemente preparados para ir a ese tipo de competencias —al decir esto, se le ve serio, pero no desanimado, sus manos forman un puño tenso, que conforme va hablando se ablanda— pero en cuanto ven nuestro robot y todas las cosas que puede hacer, llegan a pedirnos hasta consejos y eso me hace sentir orgulloso.

Vamos representando a México y es algo que nos hace sentir fuertes, —se mantiene en una posición erguida— porque a pesar de los problemas y la situación que vive el país, somos nosotros la prueba de que los mexicanos somos luchones y podemos distinguirnos entre países tan importantes con nuestro ingenio y esfuerzo.

Enseñar para aprender

—La escuela de robótica era una idea que tenía desde que entré a la carrera, pero por falta de presupuesto y tiempo no se había podido realizar, hace poco fue que se me dio la oportunidad de comenzar con estos nuevos proyectos.

Juan Pablo Arciga ganó en septiembre del 2014 un reconocimiento, otorgado por el estado de Michoacán —lugar de nacimiento de Arciga— llamado Premio Estatal al Mérito Juvenil, a través de la Secretaría de los jóvenes,que se da por el aporte al desarrollo de la comunidad, municipio, estado o país, donde Juan Pablo Arciga fue reconocido por contribuir a la ciencia y tecnología y con este reconocimiento también se le dio un apoyo económico.

Con ese apoyo económico fue que pude comprar el material para comenzar con las clases de robótica, —clases que comenzaron a impartirse a principios del mes de agosto— ya que los materiales son muy caros, optamos por utilizar piezas de LEGO para que los niños puedan realizar sus robots.

Es importante para mí —menciona ilusionado y abriendo más los ojos para notar su orgullo por los resultados logrados—. Los niños son el futuro de nuestro país y no pretendo que mis alumnos salgan de la clase queriendo estudiar mecatrónica ni nada de eso.

—Me interesa el lograr que desarrollen sus habilidades motrices, su ingenio e imaginación para que así no crean que algo es imposible; es abrirles un panorama diferente al que ven en la escuela, haciendo que tengan un hobby o actividad recreativa que ayude a su crecimiento.

Enseñar me hace ser mejor, pues sus ideas de los niños siempre serán más libres del prejuicio, más puras y, hasta cierto punto, más locas — la locura para él es una de las más grandes bendiciones, por ser lo que te hace ver más allá de la realidad, sin límite alguno— por eso es que dar clases es una muy grata experiencia.

Al final medicina y mecatrónica no son tan diferentes

—Mi robot ideal sería un androide que ayude creando prótesis y haciendo diagnósticos para las personas enfermas, sería un robot que pueda ser llevado a cualquier lugar para ayudar en lugares donde el hombre no podría entrar sin morir, que esté dedicado al área médica.

Al final medicina y mecatrónica no son tan diferentes— menciona mientras va saludando a estudiantes que pasean por los pastos de CU lo que hace ver lo popular que es; un hombre sociable, aunque ocupado, siempre tiene tiempo para una sonrisa—.

Puedo encontrar un punto medio en donde ayude a las personas, pero también logre crear un robot, utilizando así los conocimientos de ambas y hasta más disciplinas, ya que nunca es suficiente con saber sobre un tema, para poder ser mejor debemos conocer de diferentes áreas para complementar lo que estamos destinados a hacer.

No hay un bien sin mal


—La tecnología hoy en día se ve como algo malo por los cambios tan grandes que ha logrado en la convivencia del hombre, sin embargo, eso depende de los usos que se le da; es un beneficio porque facilita las tareas diarias y si es bien empleado abre un amplio campo para la comunicación ya que sin la tecnología no podríamos ver a quien está en un país lejano.

Lo que se debe hacer es reforzar los valores—para él, el amor y honestidad, de los más importantes—que se inculcan en la familia, para no visualizar a la tecnología como objeto de rompimiento de familias o relaciones no todo puede ser bueno, no hay bien sin mal y nosotros somos los que podemos descubrir qué lado de la moneda queremos más.

Siempre tengo amigos que me abriguen

Ser selectivo nunca traerá nada bueno —menciona con el ceño fruncido, como recordando alguna ocasión en que lo hayan sido con él—, no por trabajar con robots vamos a tratar a los humanos como tal, se necesita socializar y siempre tener amigos o compañeros que te abriguen.

Mi apoyo siempre han sido mis dos mejores amigos, uno de ellos de la misma carrera que yo y, el otro, de Diseño Gráfico, los cuales están conmigo en el proyecto de RoboWit, así es llamada la escuela de robótica, siempre me han apoyado y yo confío plenamente en ellos, son quienes me dan su ayuda, aunque sepan que saldrá mal todo, nunca dudan de mis capacidades como yo no dudo de las suyas.

Algo que me ha traído la carrera, los viajes y competencias son la convivencia con personas de otros lugares que me brindan su amistad y bueno, nunca está de más tener amigos esparcidos por todo el mundo, uno no sabe cuándo se necesitarán, —dice con una risa traviesa, propio de un niño que recuerda sus aventuras, dejando ver sus blancos dientes y grandes pómulos—.

Frase de vida

—Siempre me pregunto si lo que estoy haciendo hoy, me está llevando a donde quiero estar mañana, siempre, trato de volver a ser niño y ver si estoy orgulloso de lo que hago, de cómo soy, de si no malgasto mi tiempo o si estoy actuando impulsivamente, el hacer esto me ayuda a no dejar de tener los pies en la tierra.

A pesar de que “ya soy famosillo” entre mi Facultad, siempre debo esforzarme para mejorar y no dejar que la vanidad me gane.

Sé que he tenido que sacrificar tiempo con mi familia, mis amigos y hasta relaciones sentimentales, pero la escuela requiere ahora mi concentración y sé que si quiero cumplir mis metas debo hacer un esfuerzo para lograrlas, y no me estresa el hacerlo o pensarlo, simplemente ese es mi secreto, siempre vivo estresado —suelta una carcajada que resuena en las paredes del lugar semicerrado en el que se encuentra, con el viento que da la impresión de llevarla arrastrando por entre el pasto—.

En 10 años

Es difícil imaginarse a futuro, cuando aún no acabo la carrera ni tengo una pareja estable que me respalde, supongo que me veo trabajando en lo que me gusta, continuar con mis proyectos y, sobre todo, seguir enseñando, es algo que no quiero dejar de hacer, tener esposa e hijos y viajar mucho —se ve como su vista se pierde, pensando en cómo será su familia y trabajo, con sus pestañas enormes, destacando de esos ojos llenos de esperanza de vida—, conocer otros países, aprender chino mandarín y conseguir mis metas planeadas hasta ahora.

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LOS PUMAS DE BASQUETBOL VUELVEN A LA UNIVERSIADA

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Por Rafael Vadillo
México (Aunam). El quinteto varonil Puma, comandado por Daniel Gómez, consiguió su clasificación a la Universiada Nacional 2016, a disputarse en estado de Jalisco el próximo mes de mayo, tras vencer a la Universidad Marista (UMA) por marcador de 65-54 en las semifinales del Regional del Consejo Nacional del Deporte de la Educación (Condde).


Después de pasar la etapa de grupos con dos victorias (frente a La Salle D.F. y la Universidad de Guerrero) y una derrota (frente al Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey Campus Toluca), los Pumas avanzaron en el segundo lugar del grupo A; situación que los puso en el partido, por un boleto a la Universiada, en contra de la UMA (primer lugar del grupo B).

Con esta clasificación los auriazules regresarán a la máxima justa deportiva a nivel nacional. Tras un año de ausencia los Pumas buscan mejorar su última actuación, en la Universiada Nacional Puebla 2014, donde llegaron hasta los cuartos de final.

La otra cara de la moneda


Por su parte el equipo representativo femenil, dirigido por Miguel Ángel Tello, se quedó fuera de la Universiada Nacional luego de perder dos de los tres juegos de la etapa de grupos del Regional del Condde.

El conjunto felino estuvo dentro del grupo A y se enfrentó a sus similares de la UMA, el ITESM Toluca y la Universidad Autónoma de Morelos (UAEMor).

En tres duelos disputados en las instalaciones del Frontón Cerrado, el quinteto femenil salió victorioso ante la UAEMor pero cayeron frente a la UMA y el ITESM Toluca.

Con estos resultados, el representativo auriazul, termina su actividad por lo que resta de la primera mitad del 2016.

Fotos por: Rafael Vadillo y Susana Wei


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LAYDA SANSORES: LA VOZ CRÍTICA DEL SENADO

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“Un verdadero espíritu de rebeldía
es aquel que busca la felicidad en esta vida”:
Cardenal de Retz
Por Bernardo Uribe Valdés
México (Aunam). Desde su pequeña trinchera, el Senado de la República, Layda Sansores dirige una lucha revolucionaria sin ningún resentimiento.

Los debates inundan el inconsciente de los espectadores y los micrófonos están abiertos. Es la época de las reformas estructurales y todos tienen cosas que decir. Layda está decidida a denunciar las injusticias. Es su turno de tomar la palabra.

Sube a la tribuna con un chal rojo que combina con su pelo y un vestido negro que va con aquello que pretende defender: el petróleo. Sabe que no será bienvenida, pero ignora que su energía pasará a la historia. Para bien o para mal, sus palabras trascienden.


“En esta fiebre privatizadora, nada va a quedar sin entregar. Y eso me recuerda a Saramago: ustedes que quieren privatizar y están con este ánimo de los tiempos nuevos, pues vayan y privaticen los sueños, privaticen la ley, privaticen la justicia, pero si quieren realmente una privatización a fondo, vayan y privaticen a la puta madre que los parió, porque al menos ésa es suya. Esta patria no les pertenece. No se la merecen”.

Su euforia y pasión enchinan la piel de cualquier soñador que imagina un mundo de justicia, donde discursos como el de ella sean únicos dentro de la política. Incluso sus detractores tendrán que reconocer el poder y la precisión de sus palabras. Es una mujer contemporánea: fuerte y aguerrida.

Layda Elena Sansores San Román nació en la ciudad de Campeche el 7 de agosto de 1945. Hija de Elsa María San Román Cambranis y Carlos Sansores Pérez, creció en el seno de una familia influyente; su madre, una mujer de sociedad, y su padre, un político priísta de alta alcurnia. Desde pequeña se codeó con la elite más alta del país, pero eso no detuvo a la bondad ni a la razón de crecer en ella.

Layda siempre está al servicio de su comunidad, y la primera escena de nuestro encuentro la ilustra perfectamente. Cuando llegué a su oficina en el tercer piso, ella se encontraba almorzando con su equipo de trabajo, pero al mismo tiempo estaba atendiendo a un anciano trabajador de mantenimiento. Su conversación era acusatoria y su voz frágil.

Él sólo se quería quejar por una de las tantas injusticias que se cometen contra los más indefensos. Ella le ofreció su empatía, un sándwich y una Coca. Los trabajadores se sienten seguros en su presencia, se sienten escuchados, ¿A dónde puede acudir uno con deseos de esa naturaleza en un lugar como ése? Con Layda Sansores.

El edificio del Senado de la República abarca toda una calle, una pequeña isla dentro del inmenso mar de la ciudad. Está ubicado en el corazón del Paseo de la Reforma, un edificio gris forrado de cristales, protegido por un grupo de oficinistas uniformados con trajes negros.

Todas las oficinas son iguales, amplias y con paredes de cristal, como una especie de casas de interés social para políticos; sin embargo, la suya tiene un atractivo especial. Lo primero que se observa al entrar son los carteles de protesta y fotos de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. Las paredes están empapeladas con fotografías de su familia y los adornos que decoran las mesas son extravagantes y coloridos.

Me dirigí a un sillón que estaba al fondo, lo ocupé, esperé unos cuantos minutos y, en cuanto llegó, se sentó junto a mí. Es intimidante, probablemente por todas las historias que la involucran, pero al mismo tiempo es muy cálida y sencilla. La miré a los ojos y comencé la entrevista.

Enseñanzas de familia

--¿Cómo fue su infancia en Campeche?

--Muy feliz. Era una ciudad muy pequeña, donde desde los cinco años te podías ir caminando a la escuela sola y te sentías libre.

“En cuanto a mi padre, de él tengo lecciones que marcaron mi vida, como la de tener siempre la casa abierta, nunca se cerraba. Recuerdo que mi padre citaba a los campesinos a las siete de la mañana pero llegaban desde las cuatro y como yo era muy madrugadora, me iba a platicar con ellos. Sentí desde entonces esa calidez del hombre del campo. Me sentía muy querida. Era un disfrute para mí levantarme temprano y hacerles plática. Es una infancia de recuerdos siempre amorosos”.

--¿A qué se dedicaba su madre?

--A la casa, como se acostumbrada, éramos cinco hermanos, y como mi padre estaba en la política, ella se encargaba de nosotros. Mi madre era maestra, siempre muy humana, ella nos dejó esta parte de nuestra personalidad, cálida, amorosa, el recuerdo de mamá está ligado a los momentos de mayor dulzura de mi vida.

Conforme Layda describe a su madre puedo distinguir cierto brillo en sus ojos. Se nota que ella es la responsable de su humanidad; es verdad que fue su padre quien la orilló a la política, pero es su madre, el ejemplo que ella persigue.

--¿Cómo fue crecer con la influencia de El Negro (Sansores) como padre?

--A él lo veíamos poco, pero mamá era la traductora de todo su cariño. Mi papá viajaba mucho. Era delegado del PRI en ese entonces, el delegado estrella, con una intuición política muy desarrollada, pero siempre que llegaba de viaje nos traía un recuerdito que lo ponía como si fuera Santa Claus, entonces era un aviso muy gratificante que había llegado papá a casa. Él no se metía en la educación. Mi madre se encargaba de todo eso, pero era muy cariñoso. A mí me llamaba “Muñeca” y me sentía mimada.

“Lo acompañábamos en sus recorridos por los pueblos. Eso me sensibilizó, él era muy amoroso con la gente humilde. Me dejó frases para toda la vida, como ´nunca te canses de ayudar, porque dar es un privilegio en la vida´. Son frases que me quedan muy grabadas, incluso en los momentos de más presión, es ahí cuando uso sus enseñanzas para darme ánimos”.

Su padre fue Carlos El Negro Sansores, gobernador de Campeche y presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Como buen amigo del presidente Luis Echeverría, la familia Sansores vivió de cerca las comodidades del sistema. El PRI era como una religión.

Escuela para guerrilleros

--¿Cómo era el ambiente de su niñez, siendo su familia cercana al presidente?

--En la niñez, mi padre siempre había sido o diputado o senador. Él fue siete veces diputado, uno de los legisladores rompe-récord. Para mí era normal, era parte de nuestra vida.

“Pero así crecimos. Nunca lo vi como una diferencia. En la casa no se hablaba de clases sociales: entraban los campesinos y comían con nosotros. Esa fue una enseñanza muy bonita, el respeto a la equidad, escuchar con atención. Otras de sus frases eran ´no es político el que no escucha el corazón de su pueblo´, ´Layda, no hables, primero escucha´. Aprendí de él todo, este lenguaje que se lee entre líneas en la política y los códigos que no son fáciles de descifrar, papá nos los enseñó desde niños”.

Cuando Layda cumplió 11 años de edad y entró a la secundaria, su padre les dio la oportunidad de escoger escuelas, sus hermanos se fueron con las monjas pero ella decidió entrar a la escuela para guerrilleros, como ella denomina a la normal rural de maestros, donde la formación que obtuvo cambió su visión del país.

“En la escuela convivía con muchachos muy modestos, incluso con familiares de guerrilleros que ahora reconozco, recuerdo cómo iban a buscarme (yo) con chofer y me veían con envidia, pero lo que no sabían era que yo sentía una gran frustración. Todo es relativo, mis compañeros me veían como la hija de un diputado y yo decía: ´pobre de mi papá que es diputado´”.

El papá de Layda no quería ser diputado, sino gobernador. Cada seis años que no le daban la gubernatura, que merecía por la cantidad de trabajo y gente que tenia atrás, le daban la diputación, para ella y su familia era un premio de consolación muy triste.

--¿Él fue quien la orilló a la política?

--El ejemplo jala, es avasallador, pero en el momento en que se convierte en gobernador de Campeche mi madre tiene que involucrarse en su trabajo, deja la cocina y se va a hacer labor social. Ella crea el primer Centro de Rehabilitación y Educación Especial e Integral en América Latina. Yo siempre estaba a su lado, a mí me gustaba la labor social, no la política, pero admiraba mucho a mi padre.

Su padre fungió como un pilar muy importante a través de su vida; no sólo fue la figura paterna autoritaria y amorosa, sino también un gran amigo y sobre todo un excelente asesor y confidente. Al mencionarlo, Layda se toma su tiempo para contestar, como si estuviera recordado todos los momentos que pasó con él. Ella es el reflejo de todas sus enseñanzas.

“Una vez en una revista leí que mi padre comentaba que la política en la casa era yo, entonces dije que si mi padre lo dice, es por algo, porque él era un hombre muy imponente, pocas veces te daba un elogio, sólo recuerdo otro aparte de eso y fue después de mis discursos subversivos como priísta, eso me cambió, y dije: ´ésta es mi vocación´”.

Mi propia identidad

Layda es una mujer fuerte, alrededor de 1.60 metros de altura, pelo extremadamente rojizo, ojos pequeños y labios grandes, es el tipo de mujeres que no se andan con tonterías, su mejor defensa son las palabras y su mejor arma es la verdad. Su rostro ha visto los años pasar, pero no en vano, cada silueta en ella representa su pasado.

El color negro es absoluto en su vestir, un vestido, zapatos de tacones, un saco y una bufanda son las prendas que conforman su elegante figura. Varios anillos y collares la complementan.

Su entrada a la política fue resultado de la búsqueda de su independencia. Empezó por seguir sus deseos de trabajar, ya que su esposo de ese entonces, no la dejaba. Éste le daba todas las comodidades, no le faltaba nada, pero no toleraba que laborara. Entonces tomó la decisión de divorciarse, renunció a una felicidad y un mundo de tranquilidad por estar con el pueblo y ayudar a la comunidad.

“Mi mamá me decía ´¿por qué te divorcias; si eres su muñeca?´. Precisamente por eso, porque quiero tener mi propia identidad y todos esos años crecí bajo su sombra. Empecé en un trabajo muy humilde, después de un año escalé y me superé. Creo que porque ya lo traía en la sangre.”

Cuando por fin llega el momento de entrar en el negocio de la retórica manipulante, la elección de partido fue bastante clara: “Ni lo pensaba, era una religión, sólo practicaba lo que había heredado. Ya se oía hablar del PAN, pero no había de otra, el PRI era el único partido en el país que valía la pena.”

Inicio de la rebelión

El 10 de diciembre de 1996 renunció al PRI, después de 30 años de militancia, a raíz de que éste postulara a José Antonio González Curi, y no a ella, a las elecciones de gobernador de 1997.

“La salida del PRI fue una decisión muy difícil, pero yo no dejé al PRI. Ellos nos habían dejado a nosotros, habían cambiado sus principios. Cuando yo decido votar en contra del IVA (impuesto al valor agregado), motivada por mis hijos, sabía que era el fin de mi carrera.”

Fue la primera vez que un priísta se atrevía a contradecir al Presidente de la República públicamente. Nunca nadie lo había hecho, incluso ahora. Después de tomar la decisión y dirigirse a la sesión, ya sabía que era su muerte política, ese día amaneció envuelta en sudor. Iba a morir.

“No sabía qué acababa de hacer. No sólo era renunciar a mi historia sino también a la de mi padre. Entonces apareció Andrés Manuel López Obrador, me dijeron: ´¿por qué no eres candidata para Campeche por el PRD?´. Esa lucha la ganamos. No me queda ni la menor duda.”

Entonces se unió al Partido de la Revolución Democrática (PRD) que la postuló a la gubernatura como candidata externa para los comicios de 1997. Layda Sansores quedó en segundo lugar superada por el candidato del PRI en 6.8 por ciento de votos

Después de una dura campaña política, basada en el simple apoyo popular, se les fue arrebatado el triunfo por un claro fraude electoral. Fue el primero de su tipo en la historia del país, y el mejor documentado, la existencia del museo del fraude lo comprobó. En él se encontraban documentos, grabaciones, videos y fotografías que prueban las irregularidades del proceso electoral.

Acompañada por varios seguidores emprendió acciones de resistencia civil pacífica a lo largo de todo el estado y durante ocho meses montó un campamento en la Plaza de República de la capital campechana. A pesar del esfuerzo, el triunfo fue declarado oficial para el PRI.

“El fraude fue muy evidente, pero moví los cimientos de la ciudadanía, hubo un gran despertar. Sin convocatoria ni volantes, las personas salían a las calles a la protesta; no ha habido antecedentes de esas luchas masivas en la historia de Campeche, esa fue una gran satisfacción, ver despertar a mi pueblo”.

La senadora describe los días de lucha con una gran sonrisa en la boca; sin embargo, un destello de tristeza se escapa de sus negros ojos. Los recuerdos de esos días, aunque llenos de pasión, culminaron en la pérdida de la soberanía. La tristeza y el dolor se reflejan en su rostro.

“Creo que nunca me quedo con el dolor” --en cuanto pronuncia la frase una risa suave sale de su boca-- “tengo una vocación de ser feliz, siempre me quedo con lo bueno y yo diría que ese fraude fue lo mejor que me ha pasado en la vida, me hizo crecer.

“Organizamos una resistencia civil de ocho meses a la intemperie, pasamos por muchas aventuras que nunca me imaginé vivir. La experiencia de la resistencia civil es sumamente intensa, se formó una ciudad hermanada”.

El día más triste fue cuando concluyó el plantón, cuenta ella, su cara se estremece y las amistades perdidas se hacen presentes. Fueron días de júbilo que terminaron en indignación.

“Las represiones fueron muy duras, pero nadie ni nada nos detuvo. A mi hijo lo golpearon brutalmente, desaparecieron simpatizantes y murieron varios compañeros, pero un momento de triunfo me permitió levantar el ánimo, el descubrimiento del centro de espionaje”.

En uno de los tantos días de lucha llegó a manos de Layda un papel que decía: “hay un centro de espionaje a un par de cuadras”, ella fue escéptica, se convenció a sí misma que era una táctica del enemigo. Sin embargo, su equipo empezó a investigar. A partir de ese momento se sintió observada. Vivía con miedo y sospechando de todo.

Su equipo de trabajo siguió la investigación hasta que lo descubrió. Una casa ubicada en el centro de la ciudad mostraba anomalías en cuanto a sus horarios de servicio y el personal que la frecuentaba. El 3 de marzo de 1998, Layda, sin ningún miedo, irrumpió en dicha vivienda. Su gente la acompañaba y juntos sacaron todas las evidencias.

La operación de espionaje estaba dirigida por el entonces director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), Valente Quintana.

“Fue uno de los mayores descubrimientos de ese tipo en el mundo; encontramos las máquinas funcionando, los espías, los cheques pagados, las maletas llenas de dinero. Ese día ni siquiera comimos, estábamos ocupados viendo quién nos recibía a los espías, nadie nos hacía caso, la Procuraduría cerró con candado sus oficinas”.

La evidencia incluía grabaciones de conversaciones entre Layda y sus simpatizantes, fotografías de su rutina diaria y una bitácora exacta de sus estrategias. La vida del movimiento se plasmó en las cintas y la privacidad e intimidad del pueblo campechano se arrebató.

“Es indígnate sentir que no hay privacidad, de repente encuentras videos de hace años, no podía dormir, eran miles y miles de hojas con conversaciones. Muchas familias terminaron divididas por la cantidad de secretos que se descubrieron. Las intimidades de las personas, sus vidas amorosas, todo se supo”.

Lucha poética que triunfó

Después de la derrota electoral, Layda continuó su vida política. Posteriormente se separó del PRD, principalmente por las diferencias de ideales, en 2003 volvió a pelear la gubernatura postulada por el partido Movimiento Ciudadano (ahora Convergencia), pero quedó en tercer lugar, y en 2015 contendió de nuevo por el cargo con el partido Morena, fundado por López Obrador.

“Intentamos una vez más, y posiblemente si hubieran respetado el voto habría ganado, pero Campeche es más difícil. Si en la ciudad no hay democracia allá es un hoyo, es muy fácil robar sin tener señalamientos, no hay quien haga contrapeso, el gobierno se basa en la burocracia, sin embargo, hoy podemos ver a jóvenes que se inscriben en las luchas sociales, son el alba, el mañana”.

“Layda, tú no vas a ser gobernadora, pero pasarás a la historia”, le dijo una vez su padre. Esta profecía determinista se ha visto realizada, al menos hasta ahora. Quizás nunca consiga ese anhelo de poseer el cargo que alguna vez tuvo su padre, pero definitivamente su nombre jamás pasará por alto.

Layda asegura haber disfrutado al máximo todas las etapas de su vida, pero cuando sus ideales son cuestionados, ella no duda en seguir adelante.

“Mis años en el PRI fueron bien vividos, pero en el PRD sentí más libertades, y fue una experiencia muy enriquecedora, ahora creo que vivir en Morena es muy esperanzador, porque es un proyecto muy idealista, donde el líder, López Obrador, no le importa el dinero. Es un hombre extraordinario, cuyos principios inquebrantables y convicción te seducen. En la vieja escuela se acostumbraba comprar votos, tanto en el PRI como el PAN, eso me queda muy claro, pero nuestra filosofía es la de no comprar ni medio voto porque nos regimos por principios”.

Conforme la plática avanza puedo ver la alegría dentro de Layda, sus ojos nunca se apagan, aunque constantemente está acomodándose el cabello, su atención no se desvía, sus ojos negros siguen a los míos y su voz delgada fluye.

Ella estuvo presente en el PRD en los años cuando ese partido representaba una verdadera alternativa, le dio la mano a Cuauhtémoc Cárdenas y su voto a Andrés Manuel. Sin embargo Morena se ha convertido en su nuevo hogar.

“Yo creo que Morena llegará a la Presidencia porque está formado por gente con mucha convicción. No es casualidad que en estas elecciones (de junio de 2015) se haya conseguido un ocho por ciento (nacional), no saben lo que es eso, con Movimiento Ciudadano estábamos sufriendo por alcanzar el mínimo (de 3 por ciento) para (mantener) el registro, peleando por décimas, y aquí tranquilamente conseguimos el ocho por ciento en la primera votación. Andrés Manuel nos decía: ´Les voy a dar unos tenis y un sueño, váyanse a la lucha´, y así nos fuimos. La campaña fue de abrir corazones y despertar conciencias. Fue una lucha poética que triunfó”.

--¿Cuál cree que será el mayor daño que traerán las reformas estructurales del presidente Peña Nieto al país?

--Es brutal, es destruir este país y construir otro donde puedan vivir bien los extranjeros, es quitarle el país a los mexicanos. No tenemos nada que hacer con este sistema neoliberal, ya lo probamos y no funcionó. El endeudamiento que tenemos con Peña Nieto es histórico.

La verdad siempre es subversiva

Horas antes del día de la entrevista con Layda, Presidencia había anunciado que el ganador de la medalla al mérito civil Belisario Domínguez era el empresario Alberto Bailléres. Esto indignó a muchos miembros del Senado, entre ellos a Sansores. Inmediatamente redactó una carta y se la entregó directamente al Presidente (de la República) junto con el libro sobre la investigación de la Casa Blanca: “Con esa casa usted dejó un legado de corrupción y de impunidad, y ojalá que le sirva de reflexión”, le dijo en su cara.

“Nosotros manifestamos desacuerdo porque creo que es un Senado devaluado, y ahora es una medalla devaluada. No es nada en contra del señor Bailléres, él tiene sus méritos como empresario, pero esta medalla fue hecha con otros objetivos, para los hombres de mayores virtudes que han servido a México y a la humanidad a cambio de nada. Con esto nos deja ver Peña Nieto que su visión del país es un México neoliberal donde importan más los que tienen dinero”.

Layda Sansores es un nombre que tiene eco en las paredes de aquel edificio gris, sus intervenciones son siempre causa de polémica. Es fuertemente criticada por su vocabulario, que desvía la atención de sus discursos. Pero ella sabe que dentro del Senado todo es sutil.

Los otros senadores tienen muy claro que los beneficios, los aumentos, los viajes y las oportunidades de ser gobernador están en la meritocracia basada en la sumisión, en la docilidad, en vivir de rodillas. Ella se rebela ante esto.

“En el senado existe una mansedumbre atávica, ha sido siempre así, lo traemos en los genes, los grandes luchadores sociales se convierten en sapos cuando entran en este Congreso, hay como un hechizo. En las sesiones puedes ver cómo se están sobornando a los senadores incluso momentos antes de votar”.

La figura de esta peculiar senadora es muy conocida por los ciudadanos, basta con teclear su nombre en un buscador de Internet para saber la cantidad de seguidores y contrarios que posee. Ella misma dice nunca haber imaginado las diferentes reacciones que tiene la gente al verla. “Las buenas vibras del pueblo se han convertido en un velo protector”, dice.

Cuando se sube a la tribuna todos están atentos a escuchar un nuevo discurso combativo, siempre trata de estar informada pero hay veces que por el tiempo tiene que improvisar, a pesar de eso siempre está muy decidida a decir la verdad de la manera más clara y directa, sin importar las facturas que haya que pagar. Eso le da una gran autoridad moral, si bien no todos la quieren, sí la respetan.

--¿Alguna vez la han callado?

--Si, alguna que otra vez, pero yo siempre exijo mis derechos. Siempre que me critican les digo que vengan a la tribuna, que den la cara, porque yo siempre que vengo aquí, me pongo en riesgo, ellos se esconden en el anonimato. Eso ya no pasa tanto como antes, ahora simplemente me ignoran. Aunque sí molesta mucho a los compañeros priístas porque la verdad siempre es subversiva.

Layda aspira a ser una buena senadora, le enorgullece poder hacer algo por la gente, pero quizás su gran sueño es ver llegar a López Obrador a la Presidencia. Ella confía en que él podrá combatir las reformas estructurales.

Cuando habla de él su pecho se infla, sus hombros se alzan, su mirada brilla y su voz se enaltece.

La insurrecta, como la llama la prensa política, afirma estar viviendo la mejor época de su vida, su mayor orgullo es ser libre y su mayor felicidad son sus hijos y nietos. Todo le apasiona, vive la vida intensamente.

“Vivo cada momento, cada instante. Lo único que lamentaría es que la vida es muy corta, ¡quiero más! Tengo la mejor familia, padres amorosos, hijos que no hay a cuál irle, tengo al amor de mi vida, que después de 30 años no hemos perdido la pasión, todo lo vivo muy fuerte. Me toca vivir momentos del país que son inéditos y disfrutar de los reflectores que permite el Senado”.

--¿Qué la hace reír?

--Yo no tengo un gran sentido del humor pero siempre me estoy riendo, mi padre decía que tengo la sonrisa a “flor de labios”, amanezco feliz y me duermo igual. Siempre tengo un motivo para reír y para tener una sonrisa en la boca. Yo aspiro a la sabiduría, dicen que el vértice de la sabiduría es la bondad, eso es lo que quiero en la vida, y si pudiera pedir algo más, sería trascender, como decía mi padre.

Su mensaje a los jóvenes es simple: “Son el motor del cambio que requiere el país, cuando digo que son el alba es porque son el mañana, el futuro. Como decía Neruda: ´han arrancado todas las flores pero no se podrán llevar la primavera´, los jóvenes son la primavera, son heraldos del amanecer, que con ese espíritu lleno de energía traerán la primavera a la nación”.

Una vez más su voz se alza, la pasión de sus movimientos intimidan. Su pronunciación delicada da énfasis a sus palabras. Su elegante persona se levanta del sillón, me acompaña a la salida, me abraza, me besa, me desea suerte en mi camino y se despide.

Layda Sansores en un personaje polémico dentro de la política nacional, su historia refleja la inestabilidad del sistema, y su convicción la esperanza.








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TOQUE Y ROLA EN EL CHOPO

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Por José Alberto Colín Sandoval
Fotos: Rogelio Casarreal
México (Aunam). En el Tianguis Cultural del Chopo conviven todos y se encuentra de todo. Jóvenes con patinetas; seguidores del rock & roll con los estampados de las bandas en sus playeras; simpatizantes del reggae peinados con dreadlocks. Hay conciertos al aire libre. Los vendedores hacen peinados, tatuajes y perforaciones; venden ropa, discos, comida. Los asistentes pueden consumir música, bebidas alcohólicas y droga.

Miguel de Cervantes Saavedra, escritor español, mencionaba que “la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos del espíritu”. Por esta razón, se creó en 1980 el Primer Tianguis de la Música dentro del Museo Universitario del Chopo, por iniciativa de Ángeles Mastretta, ex directora de dicha institución. De esta manera, inicia la historia del espacio que ha reunido por 35 años a los amantes de los sonidos y a los pertenecientes a las tribus urbanas.


En sus primeros siete años mudó de lugar: del interior al exterior del Museo Universitario del Chopo, estacionamientos en el Casco de Santo Tomás, la Facultad de Arquitectura en Ciudad Universitaria y en la colonia Santa María la Ribera. Así, desde 1988 cambia la dinámica sabatina en la calle Aldama, entre las calles Sol y Luna, en la colonia Buenavista. De 10 de la mañana a 6 de la tarde no circulan automóviles, sino peatones.

Los visitantes al Chopo arriban desde la estación del Metrobús y del Metro Buenavista o de las paradas de camión en la avenida Moqueta. Ellos superan tres cuadras y encuentran a pocos metros un espacio que contrasta con la formalidad de las plazas comerciales aledañas y de la Biblioteca Vasconcelos.

Entre Sol y Luna.

Un hombre en medio de la calle da la bienvenida a los visitantes con un anuncio sutil al oído, “¿Quieres mota?”, para quien quiera un “toque”. Lo proclama debajo de una lona blanca con letras rojas que informa la prohibición del consumo y venta de droga en el tianguis. El muchacho utiliza una gorra para cubrirse de los rayos del sol y de una posible identificación; también tenis deportivos por si se necesita huir, aunque a su alrededor no hay ninguna autoridad que lo sancione.

Adelante del sujeto, un paraguas grande de color rojo es el protector de las hieleras que contienen los envases de las bebidas representativas del Chopo, los jugos sin conservadores. El vendedor, un señor con vasos de plásticos en mano ofrece su producto, no sólo para ofertarlo, sino que también para darlos a conocer a la gente; por ello, el comerciante intercepta a los que se acercan a su sombrilla.

Aquello es un buffet líquido. El despachador actúa como un barman profesional, vierte el jugo en los recipientes; espera que su público lo beba; cambia de botella y repite el proceso. En escasos segundos “rola” todos los sabores: arándano, mora azul, coco y de té de mariguana. Este último, de droga sólo tiene el nombre, ya que es de manzana, pero hace dudar a quien lo ingiere.

Del lado izquierdo, frente al vendedor de jugos, una mujer posa encima de una plataforma negra. Ella está desnuda, su pelo teñido de rojo contrasta con su tez morena. Se encuentra apoyada sobre sus rodillas, las piernas se mantiene dobladas y sus nalgas caen en sus pies. Tiene los brazos extendidos. Sus pezones marrones son el centro de atención. Cinco señores le toman una fotografía con sus celulares. Cambian el zoom de los aparatos por sus ojos para apreciar a la joven que antecede a la zona comercial.

Los puestos están ordenados en un inicio sobre las banquetas; en el centro pasean los caminantes para hacer su recorrido. De los primeros locales en la izquierda aparece una mini estética, un punto en el tianguis donde se realizan dreadlocks. Tiene una bandera con 3 franjas verticales, roja, amarilla y verde como fondo. Una mujer adulta es la encargada de tejer el cabello de los clientes para formar el peinado distintivo de los rastafaris, como el que ella porta.

En la derecha, frente a la mini estética hay un local de tatuajes y perforaciones. En el frente se exhibe el catálogo de opciones para trazar en el cuerpo o piezas metálicas que atraviesan la piel. Atrás está el lugar donde las personas se sientan en una silla negra para que los artistas plasmen la tinta en ellas y quede impregnado por siempre. Además, las agujas están preparadas para atravesar la piel de quien deseé decorar su cuerpo.

A la mitad del tianguis se ubica un puesto de periódicos de La Jornada. Ahí, cuatro jóvenes rodean el negocio. Ellos reparten volantes para publicitar los próximos conciertos. Se quedan estáticos en su posición. Una mano almacena los anuncios y la otra los reparte a las personas que aceptan la información. De esta manera, se conoce a qué lugar se puede ir a dar “el rol” para ver en vivo a grupos musicales experimentados o nuevos.

A partir de ese sitio, los locales ocupan la calle. Sobre el camino no circulan automóviles, sin embargo, se estructuran dos carriles para agilizar la circulación peatonal; se avanza por la derecha. En esa trayectoria abundan la venta de chamarras de cuero y la música de AC/DC, Guns N’ Roses y Metallica. El punto culminante es la calle Luna, donde se instala el escenario para los conciertos.

El espectáculo final


Gallo Rojo toca sus canciones. El grupo de ska reúne a decenas de personas que se acercaron a disfrutar de la música producida por un par de guitarras, un bajo, una batería y un micrófono. Los que bailan están de pie, de frente a los músicos y forman una rueda para armar el slam. Mujeres y hombres se mueven frenéticamente en la delimitación entre sus cuerpos. Brincan, chocan, sueltan codazos, puñetazos, patadas.

Los que prefieren darse un “toque” se desplazan al costado derecho del círculo danzante. Aparecen los papeles enrollados que guardan el cannabis. Los prenden con un encendedor y cada uno lo pone en su boca para fumarlo. Lo “rolan” al que esté más próximo. Ahora, en ese espacio predomina el olor a pastizal quemado y se propaga con el aire por la pista. diez adolescentes esperan su nuevo turno para volver a sentir el aroma de la mariguana en sus pulmones.

También hay espectadores recargados en la reja del conjunto habitacional a la izquierda del escenario. Se ocultan del sol bajo las ramas de un árbol. 5 de ellos observan el concierto sentados en la banqueta. De una mochila, uno saca un envase de vidrio y lo sirve en un vaso para cada acompañante. No es agua simple ni jugo; el olor a cebada delata el origen de la bebida.

Enfrente de ellos quedan inservibles las dos lonas de “Queda prohibida la venta y consumo de bebidas alcohólicas y droga dentro del tianguis”; es delito hacerlo en vía pública. A lo lejos, media docena de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México los vigilan, pero no validan el mensaje de las pancartas. Se ven superados en número. Dan media vuelta y recorren los pasillos principales del Chopo que, sin importar sus sedes históricas, han permitido por 35 años dar el “toque y rola”.



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GEN, EL TREMENDO BATERISTA

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Por Carlos Jiménez Mejía
México (Aunam). Mucha gente cree que ser músico y ser rockero es puro desmadre, tomar cerveza, tener muchas chicas, ahogarte en dinero... "están muy equivocados, aunque sí, no puedo negar que todo eso está presente, pero más allá de eso, ser un profesional de la música y formar parte de una banda significa muchísima responsabilidad. Tienes que pararte temprano, ir a la prueba de audio, dar entrevistas, no puedes estar alcoholizado, debes de tocar bien, debes vestirte bien y estar siempre limpio, ser y parecer un músico. Tener una banda es como tener una empresa y siempre tienes que estar al nivel".


Mientras la tarde comenzaba a apagarse, el café seguía siendo la bebida más solicitada por los asistentes, la puerta del pequeño establecimiento ambientado con suave jazz se abrió por enésima vez y a su paso, entró al lugar un hombre joven robusto de gran sonrisa y aparente alegría. Vestido con pantalón de mezclilla y playera negra, combinados con una gruesa chamarra de piel negra y cierres plateados, tomó asiento en una de las mesas ubicadas junto a los vidrios que separaban el interior del café de la calle.

Mientras revisa su celular y da pequeños sorbos al té verde con hielos que pidió, comenta entre risas: “No debería estar tomando esto, mucho menos con hielo, porque ando con gripa y mañana viajo a Hidalgo para tocar con La Tremenda. Pero no importa, lo bueno es que estamos chavos y todavía aguantamos”.

Su nombre es José Luis Ventura Gen, nació en la Ciudad de México, tiene 25 años y es el actual baterista de la histórica banda de ska La Tremenda Korte. Gen, como lo llaman sus amigos, es un músico apasionado, que más allá de los logros en su corta carrera musical y de los tantos conciertos en directo ante miles de personas, no deja de sentir la música en cualquier parte del mundo. Disfruta de golpear la mesa o los tubos del metro con sus dedos, intenta redobles con sus piernas y recuerda los ritmos más tradicionales del ska con su portátil batería imaginaria.

Gen no creció como cualquier niño viendo caricaturas, jugando con decenas de juguetes o comiendo dulces sin límite. Su vida siempre estuvo llena de deporte y música; pero a pesar de que tuvo una estrecha relación con la última tocando el piano para después intentar fallidamente con la guitarra, a los seis años descubrió su pasión por la batería.

“Mi mamá dice que desde muy chico yo agarraba las cazuelas y jugaba a ser baterista, cuenta que le andaba pegando a todo y hasta la fecha lo hago, en mis ensayos o en los viajes, soy muy inquieto y siempre estoy usando cualquier cosa como set de batería”.

Desde pequeño fue a clases de música; pero fue hasta que cumplió 10 años cuando le compraron su primer batería, de esas que traen un par de platillos de aluminio y que no suenan nada bien. Pero no se queja, está convencido de que si no le hubieran dado esa batería, se habría olvidado de su pasión y hubiera tomado la música como un pasatiempo más. Su vida no hubiera cambiado.

Desde que se adentró en la música soñaba con estar en un escenario, pero nunca imaginó llegar a formar una banda o poder estar en una y conocer lo que realmente es estar allá arriba ante miles de personas. En el 2010, con unos amigos, formó The Rebel Vendetta, en la que tocaban surf instrumental. Desde ahí cambió su mentalidad, “cambié mis entrenamientos de futbol por ensayos con la banda o ensayos en solitario, seguí estudiando, pero la música se convirtió en mi principal interés”.

Un hombre con suerte

Antes de ser el baterista trabajó con La Tremenda Korte como jefe de escenario y production manager por casi tres años; hasta aquel día cuando cumplió 22, el primero de diciembre del 2012, y el anterior baterista decidió salirse de la banda.

“Entonces me habló Bodoke, uno de los guitarristas y me dijo ‘Güey, cáele al ensayo a las tres porque Omar no va a poder ensayar. Tráete tus baquetas, tu tarola, tus platos y acá nos vemos’. Al principio me saqué de onda porque yo sólo era parte del staff, no el bataco. Pero como necesitaban un paro para el ensayo y yo me sabía prácticamente todas las rolas, fui”. Esa noche tocaron
algunas horas.

Al final del ensayo, sin preguntar Bodoke le dijo: ‘Oye, Omar ya no va a estar tocando con nosotros, así que prepárate porque la próxima semana tocas en el Pepsi Center con nosotros’.

Aquella noticia le dio mucha alegría porque había trabajado duro para llegar hasta ahí, era el día de su cumpleaños y por fin había ascendido de puesto, fue el mejor regalo. Todavía recuerda que cuando regresó a mi casa no se la creía. “Me considero un hombre con suerte, muchos bateristas y muchos amigos míos o personas que he conocido, me han dicho que quisieran estar en el lugar donde ahora estoy”.

José Luis es a pesar de su corta edad, uno de los músicos mexicanos más importantes en la actualidad, pues forma parte de una de las bandas ícono de la “tercera ola” del género ska. Con La Tremenda Korte ha colaborado y alternado escenario con bandas como Ska-P, The Specials, Skatelites, Los Auténticos Decadentes, Los de Abajo, Underworld, Café Tacvba, Molotov, La Maldita Vecindad y Los Hijos Del Quinto Patio, Inspector, entre otros.

Sin embargo, no todos los momentos de Gen a lo largo de su vida y su carrera han sido fáciles, ya que durante contadas ocasiones ha experimentado sucesos que lo han hecho sentir tristeza o miedo por la música, aunque a pesar de lo difícil, nunca ha sido suficiente para alejarlo de su más grande pasión: tocar.


La música es un riesgo

“El momento más triste de mi carrera fue cuando asesinaron a nuestro percusionista a mediados del 2013. A Yogui lo mataron los Zetas, se escucha muy cabrón, pero prácticamente lo descuartizaron. Por él comencé a trabajar en La Tremenda y haberme enterado por medio de la televisión sobre lo que le pasó a mi amigo fue verdaderamente terrible. Él siempre ocupó y ocupará un puesto enorme que nadie va a llenar, fue una pérdida muy fuerte para mí y para la banda”.

A pesar de lo difícil, ahí no acabó el asunto. Un día después de la noticia, Manuel, el vocalista, dio una conferencia de prensa para honrar la memoria de su amigo y hablar de lo sucedido. Sin embargo, los medios amarillistas publicaron que habían hablado de los Zetas, del Z-40 y del narcotráfico, declarándoles la guerra. Tras esas publicaciones comenzaron a llegar amenazas a la banda en correos, redes sociales y otros medios. Incluso dejaron de ir un tiempo al norte a tocar.

Afirma que vive con el miedo de que un día tomen represalias contra el grupo, por algo que no dijeron. “Mi familia me ha dicho que lo deje pero al igual que todo trabajo la música es un riesgo y estando aquí tienes un compromiso no sólo con la banda, sino con el público que está escuchándote en su casa y esperando por verte tocar”.

El debut

Tras un silencio largo y un par de sorbos al té helado, Gen recuperó la sonrisa que se había esfumado al hablar de su compañero perdido. Su celular sonó un par de veces, después de pensar un par de segundos no contestó y continuó hablando con la sorpresiva alegría inicial.

“El día que más recuerdo fue cuando debuté con La Tremenda Korte en el Pepsi Center de la Ciudad de México, el 18 de Diciembre del 2012 en el festival El Rock Nos Une”. Ahí compartió escenario con Julieta Venegas, La Cuca, Ely Guerra, Los Victorios, Los Bunkers, Panteón Rococó y los que ahora son La Maldita Vecindad, bandas y artistas que desde siempre le han gustado.

Los boletos estaban agotados, había lleno total; le temblaban las piernas y no tenía cabeza para dimensionar el lugar al que estaba a punto de llegar y lo que estaba a punto de experimentar en él. Antes de subir al escenario brincaba, tomaba agua, volvía a brincar, no podía estar quieto, los nervios se lo comían vivo. Su primera presentación y ver a miles de personas aplaudiéndole en un recinto de tal magnitud, no lo cambia por nada. Todavía recuerda cada sensación al estar allá arriba, “algo totalmente increíble”.

“Lo mejor que pudo haber pasado y lo mejor que nos pudo haber pasado como banda es habernos conocido. Tal vez no somos los mejores músicos, pero sin sonar pretencioso o mucho menos, la química que tenemos en el escenario nos hace sonar muy cabrón, tenemos un show impresionante y lo mejor es que lo disfrutamos al máximo y nos llevamos súper bien”.

Una historia diferente

Mientras el tiempo seguía su inalterable curso y el té estaba a punto de terminarse, Gen se acomodó en el asiento. Se notaba un brillo especial en sus ojos cada vez que comenzaba a hablar de música, de baquetas, de distintos tipos de tarolas y de lo increíble que ha sido formar parte de una de las bandas que marcó un antes y después en la escena ska mexicana.

“Soy muy clavado en las grabaciones, si no me sale un redoble lo hago mil veces hasta que sale y queda perfecto. Estar en estudio es una especie de reto, antes de empezar me digo “¿Sabes qué, güey? Tienes que sacarla como está en la maqueta o no nos vamos a ir hasta que salga la rola”, después grabo una y otra vez, aunque me tome días enteros. Justamente eso pasó con La Tremenda hace unos meses cuando grabamos Alerta, el disco más reciente”.

Hubo una rola de la que hizo 30 tomas aproximadamente, porque a pesar de que iba bien no le gustaba del todo; no dejó de grabar hasta que la canción quedó al cien.

Sin embargo, tocar en vivo es distinto: “la adrenalina antes de subir, ponerte nervioso y que estando allá arriba la gente coree tus canciones es indescriptible y aunque disfruto de ambos momentos, me gusta más tocar en vivo porque nunca sabes lo que pueda pasar”.

A diferencia del estudio, en directo hay una sola toma y siempre hay algún contratiempo; suelta la baqueta o se rompe, se cae un platillo... Son problemas que debe resolver en el instante sin dejar de tocar, tiene que ser un profesional. Entonces sí, el estudio es un reto, pero tocar en vivo es una historia diferente.

Mientras los minutos avanzaban en el reloj de pared que adornada las paredes cafés del pequeño negocio, adornado con cuatro pequeñas salas a blanco y negro, dando el último trago al té helado, Gen se recargó en la silla sonriente, con viva emoción en el rostro, pues más allá de su trabajo, estaba hablando de su más grande pasión. Sin embargo, para llegar a lo más alto de la música no se requiere únicamente la pasión.

Para trascender hay que atreverse

La música no es fácil, exige mucho, “cuesta un chingo de trabajo entrar, pero más mantenerse. Después de casi cinco años estando en este camino sé que cuesta demasiado llegar a la cima, pero cuando haces lo que te gusta, lo que te apasiona y además lo haces bien, sea lo que sea lo vas a lograr”.

La escena musical en la Ciudad de México actualmente es muy complicada, los músicos enfrentan problemas desde los niveles amateur, hasta el bar más modesto pide todo el cover cuando dan chance de tocar.

“Como músico te expones a que se aprovechen de ti y es curioso, porque hay ocasiones en las que ni siquiera vas por el varo, sólo vas porque quieres tocar y desde el principio ya te tratan como publicidad. En todos los trabajos te pagan, pero como músico, te arriesgas siempre a que salga alguien que se quiera pasar de listo y no retribuya tu talento”. La pasión no asegura una ganancia.

Eso lo experimentó con sus primeras bandas, tuvo que tocar muchas puertas, “nadie va a llegar a la sala de tu casa para grabarte un disco, hacerte un vídeo y llevarte a los grammys. Hay que perder el miedo para hablar con los que te pueden llevar arriba y sacarte de la cabeza que nunca te van a hacer caso, si tú no crees en ti nadie lo hará”.

Hace unos días, con La Tremenda pasó algo así. Su representante de medios los llevó al VIP de la grabación del Unplugged de Los Babasónicos, obviamente había muchos artistas y famosos. De repente, entre la gente resaltó Paco Familiar, vocalista de DLD, entonces le dijo a Manuel, el vocalista, que fuera a darle un disco. “Al principio dudamos sobre si era buena idea o no, porque el güey se veía medio mamón, pero al acercarnos nos trató muy bien, recibió el disco y hasta nos propuso hacer algo juntos en un futuro”.

Para trascender hay que atreverse a hacer las cosas distintas, saber hacer relaciones y no tener pena, aunque tampoco hay que hostigar a los artistas. Eso a Gen no le cuesta trabajo, si se topa con Paul McCartney le haría la plática, lo importante es acercarse, ir a los shows, contactar a los representantes y tocar en todos los lados que pueda.

Música, un negocio sin esencia

La tarde estaba a punto de terminar y el reloj marcaba las seis en punto, el té helado llevaba varios minutos de haberse terminado y el café comenzaba a vaciarse de a poco. Mientras tanto, Gen transformó su rostro en uno más serio, cambió su postura recargando los codos sobre la mesa y juntando sus manos, habló del monstruo comercial en el que se ha convertido el arte de las musas en México.

“El problema de la música mexicana no es el número de nuevos proyectos, lo que hace falta es que los empresarios, festivales y foros abran sus puertas a éstas propuestas”. No está peleado con ningún género, la música es muy amplia y hay para todos los gustos; sin embargo, en el país los músicos necesitan algo básico: apoyo.

“Quizás lo voy a decir muy mamón, pero últimamente lo culero es lo que vende, el público ha dejado de apoyar, la gente se ha vuelto ignorante y ya no quiere conocer otros géneros, otros movimientos, otras propuestas. Por ejemplo, vas a un evento de reggaetón y está hasta la madre, aunque los que estén allá arriba no tengan idea de lo que es la música y por otro lado, vas al Foro Alicia a un festival de bandas independientes y encuentras a lo mucho 100 personas”.

Es por eso que Rock nos Une, Vive Latino, incluso Coachella, tienen siempre las mismas bandas, los mismos carteles y cuando llegan bandas nuevas, son producto comercial, son más imagen que talento y pasión por la música.

Otro problema es que están muy peleados los lugares, y quienes se aprovechan de esto son los empresarios: “si no eres amigo del organizador, no tocas; si no vendes mil boletos. no tocas. Una vez me conocí a un organizador de un festival que pedía vender tres mil boletos de cien pesos para dejarte tocar… y de abridor. Si los empresarios y productores no creen en tu talento, nadie lo hará, es aquí donde nosotros como músicos y público tenemos que apoyarnos, unirnos y creer en nuestros proyectos, así se armarían cosas grandes”.

Ya no son los 90, ya no hay bandas que exijan camerinos o muchas condiciones para tocar, ya nadie cobra lo que quiere, hay que trabajar para llegar ahí. La música, se lamenta el baterista, ya se volvió un negocio que ha perdido su esencia, “ves conciertos de una sola banda donde te cobran 500 pesos en lugares terribles o donde se pasan de lanza con boletos de tres mil pesos”.

Por otro lado, la música también se ha vuelto mucha imagen, “hay productoras que nomás´ por tener tu pancita o no tener sus lineamientos físicos, no te graban un video o no te graban una rola, porque ‘buscan artistas que representen a la empresa o que puedan salir bien en cuadro’. Esto lo vemos con las boybands, donde más allá de querer sacar un grupo con talento, los empujan porque son la moda y venden. Yo no puedo llamarle músico a güeyes súper producidos que hacen playback, que no escriben sus canciones y que además siempre suenan a lo mismo”.

La decadencia del género contestatario

Cuando llegó la noche, el lugar estaba vacío y cada vez más frío. Sobre la mesa permanecía el vaso sin té y con hielos a punto de derretirse; el teléfono celular de Gen y sus dedos utilizando dichas cosas como percusiones. Era el momento más tranquilo de la conversación y el jazz de fondo permanecía a un volumen perfecto. Entonces, abrochando el grueso cierre plateado de su chaqueta, José Luis continuó hablando como si estuviera en la sala de su casa.

“El género está decayendo demasiado, pero no en la calidad de las bandas, sino en público y en tocadas, ya casi no hay lugares que dejen tocar ska. Antes cada disquera tenía su banda de ska, porque era el género chido, los skazeros eran como los hípsters de los 90. Sin embargo, este mal momento también es gracias a los sectores del público que sólo van a pelear, a drogarse en el show y a hacer desmadre; por esto los empresarios ya no quieren hacer tocadas de ska”.

El Ska es un género musical originado a finales de los 50 y popularizado durante la primera mitad de los 60, derivado principalmente de la fusión de la música afroamericana de la época con ritmos populares jamaiquinos, siendo el precursor directo del rocksteady y más tarde del reggae.

Al ser un género particularmente apto para fusiones ha sido incorporado, a través de distintas variantes, a los más diversos lenguajes musicales. Se interpreta con batería, bajo, guitarra, metales/instrumentos de viento (trompeta, trombón, saxofón) y teclado.

En América y en México, tuvo su auge durante la llamada Tercera Ola o Boom de los 90, época en la que destacan Los Fabulosos Cadillacs, The Refrescos, Los Intocables, Os Paralamas do Sucesso, Panteón Rococó, Ska-P, La Tremenda Korte, Salón Victoria, Los Auténticos Decadentes, La Mosca Tse Tse, Skalariak, Dr. Calypso, La Gran Orquesta Republicana, La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio y Desorden Público.

“Estoy seguro que esto no es culpa de las bandas, sino principalmente de los empresarios, ya no ves las tocadas de Ciudad Universitaria o del Faro de Oriente, ahora ves artistas que ni siquiera son mexicanos en el Zócalo, pero no por su talento, sino porque cobran mucho menos de las ganancias que crean y eso, para los de arriba, al final es lo más importante”.

Después de 20 años cree que el ska se ha vuelto medio fresón, ya no tiene la misma carga contestataria y de protesta en las rolas, pero tampoco cree que sea culpa de las bandas. Está convencido de que los vetos y el gobierno tienen la culpa, “si hablas de ellos, digas lo que digas no pasan tu rola, o la censuran o simplemente no te pelan a menos que sueltes un buen varo. Así nos pasó con el último disco “Alerta”, y con rolas como “La Milpa de la Desolación” o “No Moriré”, que hablan completamente del mal gobierno y del día a día de las personas. Yo creo que por eso las bandas buscamos hacer canciones distintas, para no quedarnos estancados.

Finalmente, dice, cada quien tiene su criterio: “si al público le gusta, chido, si no, pues no podemos hacer nada ante un gobierno estúpido que te dice qué puedes sacar y qué no, qué puedes hacer y qué no. Pero no por eso dejaremos de luchar o de hacer música”.

La censura

“Las rolas de protesta nos han traído problemas como banda, nos han censurado. No han querido pasar nuestras canciones, no han querido pasar el vídeo de ‘La Milpa de la Desolación’, por ser muy explícito, porque muestra y explica la cruda realidad de la sociedad mexicana”; el video muestra desde las personas de comunidades rurales hasta las que trabajan en oficinas y cómo el gobierno abandona a la ciudadanía por conseguir sus intereses particulares. “Incluso nos han cortado a media rola en televisión, sin embargo nos vamos y cuando nos vuelven a invitar tocamos la misma rola”.

Le gusta incomodar. Aunque piensa que buscan como frenarlos; le siguen y en el fondo no les afecta, es más, le da gusto. “Que les cale y que digan ‘estos cabrones vienen con todo’. Además, Manuel, quien escribe las letras, es muy fiel a lo que canta, le gusta reflejar lo que se vive día a día aquí en México. Apoyamos la lucha contra la represión, la corrupción y toda la mierda que hay en el Gobierno, así como podemos hacer una rola de Ayotzinapa que nos acaben censurando, podemos ir a las marchas y de repente encontrar a grupos en las manifestaciones que vienen coreando ‘Ni un paso atrás’ o algunas partes de nuestras rolas y eso se siente muy chingón”.

Asegura que son muy curiosas las contradicciones en los mandos altos. Por un lado, los vetaron de Televisa por sus rolas, a pesar de que no dicen nombres ni nada, pues “les queda el saco” y por otro, Molotov sale en el canal cinco, cuando ellos sí le tiran a Televisa, al Gobierno, al fútbol y hasta a Jacobo Zabludovsky en su momento. “Es totalmente ilógico, pero estamos bien así, no pagaríamos para que nos quiten el veto, aunque nos estuviéramos muriendo de hambre. Nosotros seguiremos siempre en la lucha”.

Lo mejor de ser músico

El discurso de la banda ha sido el mismo desde el principio; porque piensan en la gente que los escucha, que los va a ver, que compra una playera para llevar día a día. Desde adolescente ha seguido la línea de estar con el público, de conversar con ellos y mantenerse cerca, finalmente, “todos somos iguales. Me gusta conocer a la gente, disfruto mucho platicar con todo tipo de personas, ya sea un abogado, un barrendero, otro músico o un lavacoches”.

Desde niño su familia lo enseñó a ser una persona humilde, “no me gusta ser mamón o pretencioso y creo que ahí está una de las mejores cosas que me han pasado gracias a la música, el hecho de ir a comer y que te reconozcan, te pidan una foto y te admiren, es demasiado agradable y no es razón para sentirte más”.

Aunque sí, con el tiempo, siente que la Tremenda ha cambiado, ha tenido evolución musical, la vibra de hace unos años de que todos estaban peleados quedó atrás y con el cambio de integrantes, el desempeño de la banda en vivo y la calidad musical, creció bastante los últimos tres años. Así que al momento en que se suben a tocar y prenden la iluminación, están listos como músicos, banda y sobre todo familia.

Como en el relato de Gen, las luces del lugar aumentaron su fuerza, la noche estaba llegando y era el momento de que El Tremendo Baterista de La Tremenda Korte partiera. Se levantó de su asiento y antes de salir por la puerta cristalina por la que entró, finalmente sentenció con una gran sonrisa en el rostro:

“Recuerdo al niño que solía ser, no he olvidado mis sueños, no he olvidado a mis amigos y afortunadamente conservo a ambos, además de mi hermosa familia. Si viera a los ojos al pequeño José Luis, le diría que siguiera adelante, tal vez que debería dormir un poco más, porque ahora necesito descansar”.

Lo abrazaría muy fuerte, no porque lo extrañe, ese niño sigue vivo dentro de él. “Hasta el día de hoy todo lo he hecho bien, no me han tocado las cosas fáciles y siempre he comenzado desde abajo. Estoy llegando a lugares nuevos, me ha costado mucho, nunca he tirado la toalla y siempre he sido constante, estoy orgulloso de mí y no cambiaría nada de mi vida, porque gracias a eso estoy en el tremendo lugar en el que ahora estoy”.







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TRAS EL RASTRO DEL TURIGO

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Por Ximena Navarro Esquivel
Las lluvias y vientos que azotaron la capital del país habían dejado un cielo claro, inusualmente despejado, que perduró hasta la tarde, cuando una pareja fue en busca del Turigo: un vehículo dedicado al transporte de una sola persona, que se puede encontrar en la Plaza de la República o el Monumento a la Revolución.

Este medio de transporte de dos ruedas, similar al patín del diablo, es “hermano” del Turibús.

El último es un transporte cuyo fin es promover y elevar a la Ciudad de México como un destino turístico de categoría internacional, según el propio gobierno de la ciudad.

Los rayos solares calan mientras se recorre la Plaza de la República, espacio que ha albergado por 77 años al Monumento que conmemora la Revolución Mexicana de 1910. Dicha área no sólo resguarda al mausoleo de los héroes revolucionarios, sino también a jóvenes de cabellos de colores sobre patinetas, a adolescentes solitarios, parejas de enamorados, niños en bicicleta y al escurridizo Turigo.

El Ninebot, nombre otorgado por la empresa Segway Inc. en 2002, pero rebautizado por las autoridades de la Ciudad de México en 2016 como Turigo, fue anunciado a través de las redes sociales de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México, así como en medios nacionales como El Universal o Milenio el pasado febrero.

De acuerdo con el anuncio reciente, el Turigo debía de aparecer rápidamente entre las parejas entrelazadas de jóvenes o entre los adolescentes que arman una coreografía frente a propios y extraños; sin embargo, el Turigo se resistió a ser hallado.

Al ingresar a la plazoleta por el lado de Insurgentes Centro, se aprecia la entrada del Museo Nacional de la Revolución, espacio, donde, por lo general se ubica algún guía de turistas, quien brinda información acerca de las actividades turísticas del lugar (como Turigo). Vestida con un chaleco negro, una joven de no más de 25 años es cuestionada sobre esta novedad, hace una mueca de molestia e indica que esa información la tienen los policías.

Al caminar debajo del monumento a la lucha más reciente y significativa en la historia de México, se aprecian a jóvenes sentados con las piernas cruzadas sobre el suelo polvoriento; a niños risueños deseosos de huir de la mano de sus padres; mas no se divisa a ningún policía y mucho menos a un Turigo.

En una de las esquinas del mausoleo está parada una muchacha; también de chaleco negro y de no más de 25 años, pero mucho más risueña que su compañera, quien dice haber visto a algún ninebot o “patín del diablo eléctrico”. De repente señala al vehículo de no más de 14.2 kilogramos que se abre paso entre los jóvenes, sus patinetas y las quinceañeras de vestido azul marino con sus respectivos chambelanes.

Turigo es conducido por un joven de cabello largo y lacio, de piel blanca, cuyos anteojos se ven obstaculizados por el juego que el viento de la tarde hace con su pelo castaño claro. Responde amable a las preguntas que una pareja de jóvenes estudiantes le hace respecto al Ninebot.

“Existen dos paquetes. El de $299 y el de $350, en el último también te dan un pase para el turibús, en el primero no. Te conviene más el segundo porque comprende todo un día sobre el Turibús. También te incluye la capacitación y el recorrido de una hora sobre el Monumento a la Revolución…¡Ah! Y el casco también va incluido”. Con una sonrisa agrega: “Es preferible que hagas el recorrido entre semana, porque en fin de semana es muy difícil circular”.

Después, el joven continúa su marcha hasta llegar a una pequeña estación solitaria conformada por una mesa de madera, una lona de plástico con el nombre “Turigo” y un banco de metal negro ubicados afuera del edificio del Frontón México.

Vox populi acerca de Turigo

“O comes o te subes al Turigo”, señala la señora Elizabeth Velez, quien asegura que jamás había oído hablar sobre este medio de transporte, hasta hoy. Lo considera “caro” y el recorrido le resulta predecible. Elizabeth conoce este medio de transporte creado por Segway Inc. gracias a que acaba de acercarse a la “estación” del mismo, orillada por las súplicas de su hijo de once años y cara regordeta.

Ni el joven de suéter guinda sentado junto a la estatua de Jiménez Deredia dispuesta sobre la explanada, ni la chica de cara pecosa, cabello rojizo y mirada llena de desconfianza, ni dos jóvenes sobre patineta -cuyas risas nerviosas impidieron que informaran sobre sus respectivos nombres-, han oído de este aparatito.

Los rayos del Sol han cedido al avance del día. Ya no calan, pero sí cala el viento helado. El cielo continúa con un azul inusual. El vendedor de rosas rojas ha pasado dos veces y ha fracasado en ambos intentos. Pero el Turigo se ha ocultado.

Hay un bebé de un año y medio que ya sabe andar en una pequeña bici sobre la cuesta de Plaza de la República, pero el Turigo ya no es visible. Los jóvenes vendedores de “cupcakes” andan sobre la Plaza, pero del Turigo y su recorrido nadie sabe nada.

Ni en el Caballito de Sebastián, ni Bellas Artes, ni mucho menos la Alameda se puede hallar al vehículo motorizado. El “carrito” (el cual consolida la prioridad que tiene el gobierno de la Ciudad de México respecto al turismo) no es hallado los fines de semana con facilidad, tampoco es conocido por quienes tienen la tarea de guiar al turismo en lugares como el Monumento a la Revolución.

El ninebot de dos ruedas, largo manubrio y superficie plata con azul, es escurridizo, es difícil de encontrar, tanto como el cielo cristalino en la capital del país.






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SINTIÉNDOLO TODO

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Por Yuritzi Elvira Rodríguez Trejo
México (Aunam). Las paredes del Pepsi Center ubicado a un costado del Word Trade Center de la Ciudad de México cambiaban de color con las luces estroboscópicas que provenían del escenario en donde la banda Alemana de pop-rock Tokio Hotel presentaba su más reciente álbum de estudio Kings of Suburbia como parte de su gira internacional Feel It All World Tour.


“Jamás había sido tan feliz en mi vida, desde que anunciaron que vendrían no dejaba de pensar en cómo sería tenerlos de frente” comenta Penélope Montes de Oca, estudiante de psicología del Instituto Politécnico Nacional, cuando recuerda el día del concierto de su banda favorita.

Penny, como prefiere que la llamen, tiene 20 años, no pasa del 1.60 metros de estatura y su cabello es de color café, del mismo tono que sus ojos. Se encuentra sentada en posición de loto mientras juega con el pasto del Parque Hundido en la Ciudad de México. Bretzel Rodríguez, una de sus mejores amigas está sentada junto a ella. Ambas tienen el último disco de la agrupación en sus piernas.

Bret sonríe mientras Penny cuenta su experiencia en el concierto y asiente al mismo tiempo que ésta última intenta dar datos precisos, como la hora de llegada al recinto, el momento en que la banda telonera Allison subió al escenario y cuando finalmente sus ídolos desde hace más de 6 años comenzaron con el show.

“Recuerdo que en Facebook se decía que varias fans se fueron a acampar desde un día antes y me enojé mucho” – sonríe Bret - “Ese día llegue como a las 6:00 am y ya había varios formados, pero no tantos, luego de esperar muchas horas por fin nos separaron por paquetes”.

Tokio Hotel es una banda de pop-rock que comenzó en 2001. Con su primer sencillo Durch Den Monsun lograron conquistar Europa y posteriormente en 2007 con Scream ,álbum en inglés con el que buscaban llegar a más seguidores lograron pisar tierras mexicanas gracias al apoyo de las radiodifusoras nacionales y de sus seguidores.

La agrupación no había lanzado ningún material discográfico desde el 2009, con Humanoid y su última gira Welcome to the Humanoid City Tour (Bienvenido a la Ciudad Humanoide) fue la última vez que estuvieron en México durante los primeros días de diciembre de 2010.

Feel it All World Tour fue una oportunidad única para sus fanáticos, formados principalmente por mujeres, ya que por primera vez los pases al Meet & Greet se vendieron, lo que ocasionó que la posibilidad de conocer a la agrupación fuera más accesibles. Los precios iban desde 25, mil hasta los mil, 200 pesos según las cualidades de cada paquete, los cuales estaban nombrados por canciones.

“No tenía mucho dinero y los pases volaron, así que compré uno sencillo, el Dancing in the Dark, sólo incluía Soundcheck (prueba de sonido), pero valió cada centavo” Afirma Bret “Nos dejaron entrar como a las 6:00 pm y la música se escuchaba hasta a fuera del Pepsi, tocaron Coverd In Gold y Dark Side Of the Sun y creo que Girl Got a Gun, la emoción no me deja recordar”.

Adolescentes de diversas edades se formaron afuera del recinto durante horas, incluso hubo quien decidió dormir ahí. A cada segundo que transcurría las emociones se sentían a flor de piel, cada minuto era uno menos a la espera de cinco años para poder ver a su banda favorita en vivo.

Eran alrededor de las 9:00 pm cuando Allison, banda mexicana de rock había dejado el escenario cuando Tokio Hotel ocupó su lugar. Diversas luces de colores bailaban sobre una tela delgada casi transparente mientras las primeras notas de We Found Us se encargaba de comenzar el show, lo que despertó la adrenalina de sus seguidores quienes no dejaron de corear cada pedazo de la canción mientras Gustav tocaba la batería, Georg el bajo y Tom la guitarra, éstos últimos usaban paliacates en sus rostros, mientras Bill, el vocalista, lucía un traje ajustado negro con dorado, una capa del mismo color y una corona.

Durante el transcurso de la noche, las actividades que los fans realizaban para mostrar su amor por los músicos variaban. Casi desde el comienzo del show los fans habían organizado utilizar globos con focos de led en su interior para hacer brillar todo el recinto, los cuales podían adquirirse afuera del lugar y tenían la imagen de un Alien en ellos, símbolo que identifica a los fanáticos del grupo.

El lugar estaba repleto de luces de colores brillantes y para el momento de interpretar Masquerade casi al final del concierto los fans usaron máscaras con el emoticono de un extraterrestre y algunos corazones, para posteriormente entonar las famosas “mañanitas” pues ese día los gemelos Bill y Tom Kaulitz, cumplían 26 años de edad.

Los cambios de vestuario fueron numerosos, principalmente de Bill Kaulitz: pantalones de mezclilla rotos acompañados de un abrigo rojo; trajes negros con cintas color neón que reflejaban las luces provenientes del escenario e incluso camisa blanca con pantalones de vestir negros y una gran cantidad de cadenas plateadas que adornaban el cinturón del cantante.

Justo antes de Great Day, canción con la que finalizaba el show, Gustav Schäffer, y Georg Listing, subieron al escenario un pastel de cobertura blanca mientras los fanáticos continuaban cantando, pero ésta vez en inglés, al momento en que los hermanos Kaulitz casi al borde de las lágrimas se abrazaban y agradecían por el apoyo recibido durante tanto tiempo.

Para algunos fans, la fiesta terminaba en ese momento, para otros afortunados aún podrían verlos un poco más, ya que el paquete Great Day contenía la convivencia después del concierto en donde podrían realizar preguntas a los músicos y tomarse fotografías con sus teléfonos celulares y la “profesional”, que constaba de una foto grupal tomada por un experto.

Después de esperar una hora, el reloj marcaba las 12:00 am y Bill, Tom, Gustav y Georg salieron al pequeño cuarto pintado de blanco con algunas sillas en el centro de color negro para contestar las preguntas de sus seguidores. Todo se llevó con normalidad y se entonó por milésima vez el “Happy Birthday”.

Los músicos habían cambiado su vestuario por uno más cómodo: todos usaban pantalones de mezclilla negros a excepción de Bill, cuyo pantalón era de vestir, Tom usaba una playera blanca de adornos circulares oscuros y su largo cabello café en un chongo; Georg llevaba una playera negra con una camisa de mezclilla azul sin abrochar y Gustav una playera color rosa con una gorra negra de Addidas.

El vocalista de más de 1.90 metros, usaba una camisa blanca con las mangas dobladas hasta los codos y un par de tirantes negros para sostener su pantalón de tela ligera. El rubio dejaba ver sus múltiples tatuajes de sus brazos, destacando el ubicado en su mano izquierda que la cubre por completo; el dibujo está compuesto por huesos y sobresalen una flor acompañada de una pequeña ave.

El público que permaneció en el recinto estaba conformado por mujeres mayores de 18 años; algunas tenían el cabello pintado de colores llamativos como el rosa y morado, otras más usaban ropa en tonos neón; varias de ellas tenían tatuajes relacionados con la banda: (el logotipo formado por tres barras horizontales y una vertical, pedazos de canciones e incluso el nombre de cada integrante).

Las preguntas se terminaron de realizar y llegó el momento de tomar las fotografías. Las fans hicieron una fila y una a una las fanáticas pasaban a tomar las selfies y la imagen grupal para posteriormente recoger el poster autografiado y dejar el lugar, lo que marcaba el final de las emociones, sólo hasta que llegué el momento de sentirlo todo otra vez.




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EL SAQUEO DE LA RIQUEZA MINERA DE HIDALGO

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Por Raúl Parra Rosales
México (Aunam). Hay oscuridad total, a cada paso disminuye el oxígeno. La atmósfera es húmeda y el terreno, irregular. Gotas de agua caen lentamente sobre los cascos de los cautivos, quienes gritan despavoridos ante la imposibilidad de ver lo que hay a su alrededor. Instantes después de esfuma la penumbra; los forasteros respiran aliviados al retomar consciencia del lugar donde están: la Mina de Acosta, en Mineral del Monte, Hidalgo.

Cerca del mediodía, 40 alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) llegan a la Mina de Dolores. Por la módica cantidad de cinco pesos, un tranvía les ahorra media hora de camino y les permite tener una vista privilegiada del colorido pueblo a aquellos que van en la parte superior. El recorrido a la Mina de Acosta se hace en un santiamén.


El costo del acceso al Museo Memorial Mina de Acosta es de 40 pesos para el público general y 30 para estudiantes. En el panorama prevalece el verde del pasto, mientras que la edificación es blanca y tiene el techo rojo. Rufino Carmona Jiménez, un minero retirado que a sus 53 años gana mil 200 pesos mensuales por hacer visitas guiadas, ya espera al grupo dentro del museo.

El hombre moreno, de baja estatura y cabello corto, que está curtido por la experiencia y porta un casco amarillo, explica que el museo es conocido a nivel internacional. “Me ha tocado hacer entrevistas para Televisa, Venga la Alegría, Reforma en prensa, y hasta para Venezuela”, expresa con orgullo.

La historia minera de Hidalgo está definida por el saqueo. Durante los más de 450 años que se mantuvo con vida, entre 1552 y 2005, el distrito minero Real del Monte-Pachuca tuvo tres amos extranjeros: los españoles, los ingleses y los estadounidenses. En el siglo XIX, los mineros nacionales percibían un salario diario del equivalente a dos pesos en la actualidad.

El museo es pequeño, está compuesto por apenas una sala donde se exhiben teodolitos, máquinas de escribir, relojes, sumadoras, calculadoras, brújulas, bombas de vapor, lámparas de carburo y equipos fotográficos utilizados durante las distintas etapas del desarrollo de la mina.

El grupo se dirige a la calesa, enclavada en el patio central del lugar. Esta estructura metálica de color rojo, que se erige varios metros sobre el suelo, es la entrada principal a la mina. Antaño, cuando aún se encontraba en funcionamiento, permitía que siete u ocho mineros descendieran hasta las entrañas de la tierra mediante el uso de un sistema de claves y toques.


Por indicación del guía, y debido a cuestiones de seguridad, los visitantes pasan a un pequeño cuarto donde se ponen cascos de diversos colores. Éstos representan una categorización jerárquica: el rojo es para los soldadores; el naranja para los mecánicos; el azul para los electricistas; el amarillo para la gente de producción; y el blanco, inalcanzable para los mexicanos, le pertenece a los jefes.

Finalmente llega la actividad que originó el viaje: conocer el socavón de la mina. Los estudiantes se aglutinan e ingresan al túnel, encabezados por Rufino Carmona. Sus dimensiones son estrechas; algunos se agachan para no golpearse la cabeza. En los muros hay fotografías que exhiben las condiciones paupérrimas en que trabajaban los mineros nacionales en el siglo XIX: tan sólo vestían huaraches y sombreros de palma, sin ninguna garantía de seguridad.

Las paredes del túnel están enmohecidas, la luminosidad es escasa. El verde del hongo sobresale cual diamante entre el pardo de las rocas, tal como lo hicieran el oro, la plata, el cuarzo, el plomo, el bronce, el zinc y el cobre durante los años mozos de la mina. La imperante humedad refleja el problema más grande de cualquier excavación: el exceso de agua.

El grupo avanza, conforme más se adentra el frío se vuelve insoportable. A la derecha hay una veta de plata, reducto del esplendor pasado. En el trayecto, los visitantes conocen una letrina minera, conocida como ‘cuba’. Al final han recorrido los 450 metros del túnel de la Mina de Acosta que desemboca en la Mina “La Dificultad”. Ahora se encuentran a 120 metros de profundidad, en el primer nivel, pero ya no descenderán más; no son tan desafortunados.

De acuerdo con Rufino Carmona, de todo lo que extrajeron del distrito minero Real del Monte-Pachuca a lo largo de su historia, tan sólo el 2 por ciento se quedó en territorio nacional; el resto fue a parar a Estados Unidos y a Europa. Sin embargo, para él, lo peor es la pérdida de oportunidades laborales: “Cierran las minas y se acaba la principal fuente de empleo”.





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DESFOGUE DE VIERNES POR LA NOCHE

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Por Katia Morales Marcelino
México (Aunam). Dicen que las penas con pan son menos, pero cuando se tiene un mínimo de 200 pesos, buen aguante etílico, ritmo de nacimiento y amigos fiesteros; en vez de pan, se prefiere la cerveza. A las diez de la noche las danzarinas luces neón de color azul del bar Exa Live reciben gustosas a todos aquellos –mayores de 18 años- que necesiten iniciar el tan ansiado “desfogue” que permita liberar todas aquellas penas laborales, amorosas y estudiantiles.


La puerta es pequeña y el sujeto con sobrepeso que responde al nombre de Víctor Quintanar no hace fácil la entrada. “Que se diviertan”, dice. La construcción parece una enorme chimenea: paredes de ladrillos entre tonos rojos y café claro son el material principal y no más de cien metros cuadrados tiene de extensión el bar. De éstos, la mitad está ocupada por 20 mesas y la otra mitad destinada para una diminuta pista, un escenario y la barra.

La decoración la conforman guitarras autografiadas dentro de delgados escaparates de cristal. En uno de estos, el instrumento porta de su lado izquierdo una indescifrable maraña de líneas negras, debajo un pequeño letrero: Sin Bandera, dice. A donde la mirada voltee se hacen presentes fotografías de Marc Antony, Lupillo Rivera, Alejandro Fernández, Soda Stereo, Jenny Rivera, Paulina Rubio y todos aquellos artistas que tienen un lugar dentro del bagaje musical mexicano.

Medio centenar de personas se han dado cita, en su mayoría hombres. Botellas y tarros de cerveza, micheladas y cocteles -el alcohol en todas sus presentaciones- son dejados en las manos de los asistentes. Entre las mesas, tres hombres y dos mujeres con delantal rojo, maniobran y se deslizan sigilosamente, dirigen sonrisas y preparan cuentas.

A las once y media de la noche, los visitantes que interpretan sobre el micrófono sus canciones favoritas, han disminuido. El alcohol comienza a hacer estragos: el sentimiento dentro de las interpretaciones va en aumento y la “pena ajena”, también. Los artistas con mayor raiting en el karaoke son José Alfredo Jiménez, Paquita “La del Barrio” y Jenny Rivera.

Para la media noche, el karaoke cierra su última ronda y la música da un giro de 180 grados. En los altavoces retumba “El verde de tus ojos”, cumbia interpretada por el grupo “Los Llayras” -¿de qué otra forma se puede dar ambiente para bailar, si no es con géneros tropicales?-. Los asistentes no se hacen del rogar y dan rienda suelta a sus mejores pasos de baile.

“Me estoy divirtiendo mucho, hace un buen que no salíamos”, le dice Mariana López a su novia Patricia Ochoa. Ambas son estudiantes de la carrera de Mecatrónica en la Unidad Profesional Interdisciplinaria en Ingeniería y Tecnologías Avanzadas (UPIITA) del Instituto Politécnico Nacional (IPN). “Vivimos cerca de aquí. Nunca habíamos podido venir, pero ya nos lo habían recomendado”, dice Patricia. Acto seguido, se dan la media vuelta y vuelven a acoplar sus delgados cuerpos, al son de la música.

A la una y media de la mañana del día sábado, los asistentes comienzan a salir del lugar. Unos trastabillando, otros preparando sus cigarros y encendedores. En la acera, algunos buscan un taxi que se atreva a llevarlos a casa a esas horas de la madrugada. La fiesta y la “bebedera” han terminado, un día más en la lista de las visitas de estas personas a bares parecidos a Exa Live.

No saben o no quieren saber que la demanda de bares en la Ciudad de México va en aumento. De acuerdo con El Universal, en 2014 se tenía la penosa cantidad de haber 3 bares por cada biblioteca pública, dando a México el décimo lugar en consumo per cápita de alcohol en América Latina con 7.2 litros anuales. Desconocen también que en 2010 el periódico La Jornada dio a conocer que el 15% de decesos y discapacidades durante ese año, fueron debido a los estragos del alcohol.

No lo saben, seguirán arribando al local 102 de Plaza Lindavista. Nada cambiará. En la entrada el logo del bar, caracterizado por un cuchillo y un tenedor cruzados, en medio de una guitarra, continuara apareciendo como una luz al final de un día agotador. Dando paso a ese desahogo etílico que se comienza con la voz de José Alfredo Jiménez diciendo “Amanecí otra vez, entre tus brazos…” y que se concreta con pasos de baile, unas cuantas vueltas y varias cervezas.




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LA NOVENA AURIAZUL A LA UNIVERSIADA NACIONAL

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Por: Rafael Vadillo Santos
Fotos por: Michelle Ramírez Corral
México (Aunam). Los Pumas de béisbol lograron su clasificación a la Universiada Nacional 2016, torneo que se llevará a cabo el próximo mes de mayo en Guadalajara, Jalisco, tras vencer 12 carreras a 2 a su similar del Instituto Politécnico Nacional (IPN) este fin de semana en el Parque Universitario de Béisbol de Ciudad Universitaria.


La escuadra felina estuvo en el grupo A, de la fase regional del Consejo Nacional del Deporte de la Educación (CONDDE), junto a la Universidad Iberoamericana (UIA) y la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh). Comandados por Ernesto Montero Morales, los Pumas avanzaron al partido decisivo en el segundo lugar de este grupo; luego de terminar la primera ronda con marca de un partido ganado y otro perdido.

En un encuentro que mantuvo el marcador empatado a dos carreras a lo largo de las siete entradas oficiales, los peloteros de la Máxima Casa de Estudios, lograron sacar ventaja en los extra innings gracias al bateo oportuno de Juan Aguilar de la Facultad de Contaduría y Administración; Uriel Pichardo de la Facultad de Ingeniería; Alexis Martínez de la Facultad de Estudios Superiores Aragón; e Ian Trujillo de la Facultad de Química, quien además se adjudicó la victoria como pitcher.


Con este resultado, los auriazules se unen a la UIA como representantes de la Región VI (Ciudad de México, Estado de México, Morelos y Guerrero) del Condde en la próxima Universiada Nacional. Los actuales campeones del Torneo Nacional de Primera Fuerza de la Comisión Nacional Estudiantil de Instituciones Privadas (Conadeip) en su edición 2016, asistirán a esta justa en busca de mejorar su actuación del año pasado (Universiada Nacional UANL 2015) donde terminaron la fase de grupos sin conocer la victoria.





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LA REVOLUCIÓN INTERRUMPIDA EN EL MERCADO DE LA MERCED

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Por Raúl Parra Rosales
México (Aunam). El Mercado de la Merced tiene una oferta de lo más vasta; en él pueden encontrarse yerbas, especias, frutas, verduras, legumbres, adobos, embutidos, granos y hasta revolucionarios, como don Raúl, un sobreviviente del movimiento estudiantil del 68 con un amplio bagaje como activista político.


El mercado

El principal mercado minorista de la capital está emplazado en el barrio homónimo, La Merced, al oriente del Centro Histórico de la Ciudad de México. Durante más de un siglo, de 1863 a 1982, fue el mayor proveedor de productos alimenticios a gran escala para los capitalinos.

Las calles aledañas están repletas de puestos donde se venden frutas y verduras a precios muy bajos, en una zona conocida como el tianguis. Los visitantes caminan con dificultad por los estrechos pasillos que se forman entre los puestos y el tránsito de los carros, mientras los marchantes tratan de seducirlos con sus ofertas.

Al interior, una nave de medio kilómetro de longitud está abarrotada de toda clase de alimentos. Su extensión parece ser tan infinita como la del océano en el horizonte. La mercancía salta a la vista: hay enormes canastas desbordadas de legumbres y costales colmados de cereales que se elevan casi dos metros por encima del suelo.

Hay personas con carretillas moviéndose en todas las direcciones. Los marchantes vociferan los nombres y precios de sus productos y tratan de pescar a los posibles clientes. La Merced es un mercado incluyente; en él convergen hombres y mujeres de todas las edades, estratos, géneros, ideologías y nacionalidades.

Pero en el mercado no sólo se oferta comida; también hay una zona destinada a la venta de artículos para el hogar: el paso a desnivel. Éste se ubica junto a los cárnicos y alberga prendas de ropa, canastas y una gran variedad de telas.

La gente

Tal como su nombre lo indica, el paso a desnivel no se encuentra a la misma altura que el resto del mercado, sino que está en una depresión y se accede a él descendiendo por unas escaleras. Muy cerca de hay un local donde se venden capazos para recién nacidos, que en México se conocen como ‘moisés’.

El tendero, un hombre senil y espigado de pelo cano y lentes, fuma un cigarrillo mientras espera a su próximo cliente. Es don Raúl, un octogenario con 57 años de antigüedad en el mercado. Su negocio se llama “El Moisesito” y llegó a tener tres sucursales, pero ahora sólo queda la matriz.

El paso a desnivel está relegado a la marginación y se encuentra en pésimas condiciones. Las escaleras se inundan constantemente debido a que abundan las goteras. Esto ha mermado la prosperidad de las ventas. Don Raúl explica que tuvo que cerrar los otros tres locales porque los ingresos descendieron en un 99 por ciento.

De acuerdo con el propietario de “El Moisesito”, otro problema es ocasionado por los vendedores ambulantes, quienes proliferan en esa zona y bloquean el acceso. Los comerciantes les han comunicado la necesidad de una restauración a las autoridades, pero no han obtenido respuesta.

La revolución interrumpida


Don Raúl hace un paréntesis a la conversación y sube a una escalera para cambiar la cubeta situada debajo de una gotera; el agua en su interior está a punto de desbordarse. A partir de ese momento prefiere hablar de temas más relevantes.

El hombre blanco y delgado, de piel arrugada por los estragos el tiempo, retrocede cinco décadas y rememora cómo sobrevivió a la matanza de Tlatelolco:

“Yo estuve ese día, íbamos en un carro y cuando llegamos [a la Plaza de las Tres Culturas] vimos que unos soldados estaban quemando los camiones y le echaron la culpa a los estudiantes […] Como usábamos melena, y el ejército disparaba a todos los que tuvieran el pelo largo, una camioneta se me emparejó. Afortunadamente pude dar la vuelta y eludirlos”.

Don Raúl estudió en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), pero en las manifestaciones se juntaba con los de la UNAM. Durante sus años de lozanía fue muy aguerrido y participó activamente en los movimientos sociales. Recorrió todo México participando en las campañas políticas y llegó a pertenecer a la porra de la Universidad Nacional, cuando era comandada por Luis Martínez “Palillo”.

El hombre se resiste a que su testimonio sea desestimado, y para probar la autenticidad de sus palabras ingresa a un pequeño almacén ubicado en la zona posterior de su local. Vuelve con una pequeña bolsa y revela su contenido: una serie de fotografías con figuras destacadas de la política nacional e internacional.

Los presidentes José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari; Fidel Velázquez, líder perenne de la Confederación de Trabajadores de México (CTM); Rigoberta Menchú, defensora de los derechos humanos y Premio Nobel de la Paz en 1992; y Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial asesinado en 1994, son algunas de las personas con las que aparece retratado. Sin embargo, la más destacada es en la que está con Fidel Castro Ruz, líder de la Revolución cubana y mandatario de ese país de 1959 a 2008, a quien conoció en la isla en 1982.

Tras más de un cuarto de siglo de activismo, don Raúl se cuestionó un día «¿Qué es lo que estoy pidiendo?» y puso en una balanza lo que podría ganar frente a lo que podría perder. A partir de entonces dejó la lucha y se decantó por una vida más tranquila.

Don Raúl atiende a dos clientes que se acercan; la tranquilidad de su semblante reafirma su decisión. Hoy ya no tiene que huir ni esconderse, permanece protegido por el anonimato que le brinda la multitud de vendedores en su lugar de trabajo. Ahora sólo se dedica al cuidado de su familia y su negocio en el Mercado de la Merced.





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LA CARA ANTIGUA DE LA MUERTE

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Por Katia Morales Marcelino
México (Aunam). A las dos de la tarde, la salida de la estación del metro Cuatro caminos, escupe y traga gente. Cientos de personas cruzan sus caminos en los torniquetes, unos salen y otros llegan. Los que entran no saben que el transporte avanza más lento de lo normal y los que salen, no prevén que el día es más soleado y caluroso de lo tolerable.


Un pasillo se extiende justo antes de llegar a la Calzada Ingenieros Militares. A lo largo, diminutos locales atiborrados de “maquinitas traga monedas” y una que otra improvisada “boutique” con fayuca. Los más solicitados son los negocios de comida con sus típicas gorditas de chicharrón que escurren caliente y rico aceite; así como las inigualables “flautas” adornadas con sustanciosa crema y sospechosa lechuga.

Cuando por fin los locales se quedan atrás, la Calzada aparece en toda su extensión. A los lados, miles de “combis” se encuentran formadas para llevar a sus inquietos y sudados pasajeros. Los choferes se tornan renuentes a dar el paso a los peatones y exasperados comienzan a pitar y chiflar a la combi de enfrente. Debe ser el sol, su intensidad pone de mal humor a cualquiera.

El cruce con la Calzada México–Toluca inicia cuatro calles más adelante. En el camino, las personas siguen fluyendo y con ellas pequeños “puestos” de tacos de procedencia dudosa: “¡Llebele [sic] 3 X 10!”, dice su propaganda.

La llegada


A mano derecha en la intersección y media calle más, el Foto Museo Cuatro Caminos tiene sus puertas abiertas al público. Rubén Mejía es el encargado de la recepción. No tiene más de veinticinco años, pero las sombras debajo de sus ojos y la expresión con un tono de desagrado contrastan en su rostro juvenil.

En la entrada, el nombre de una de las exposiciones activas en el museo, da una grata bienvenida. “ENRIQUE METINIDES. EL HOMBRE QUE VIO DEMASIADO”, se encuentra escrito con letras negras que resaltan con la amplia e impecablemente blanca pared de diez metros por tres de alto

A los pies de ésta, una ambulancia propia de los años 60, completamente blanca con excepción de una cruz roja en un lado con la leyenda “Cruz Roja Mexicana”. Su delantera es de tipo Volkswagen, pero más alargada. Reluciente y brillante, como si los años no hubieran pasado por ella. “Toda una reliquia, pero de las que más vidas salvaron”, dice Ilse Portales, joven encargada de dar informes sobre el vehículo.

A lo largo de la pared, una pequeña muestra de lo que se espera de la exposición fotográfica –con temática en Nota Roja- de Jaralambos Enrique Metinides Tsironides, afamado fotógrafo mexicano de los años cincuenta. Al fondo, una foto en blanco y negro de un accidente automovilístico. Son tres jóvenes a los pies de un convertible. Dos de ellos aparentemente muertos y el otro, con un severo golpe en la cabeza; fumando un cigarro y tomando en brazos a uno de sus compañeros. Está volteado hacia uno de los dos policías posicionados al lado suyo.

Mirada a la muerte


La sección derecha del museo es enorme –aproximadamente mil metros cuadrados de superficie-. Está conformada por altos techos negros, con luces empotradas e inmaculadas paredes blancas. De acuerdo con el portal online del museo, el lugar fue un proyecto de remodelación iniciado en 2012, por parte de la Fundación Pedro Meyer, sobre una antigua nave industrial que se encargaba de fabricar plástico, en la década de los cuarenta.

Las paredes se encuentran tapizadas por 120 obras que el fotógrafo ha realizado durante casi setenta años. Todas ellas, enmarcadas en cuadros negros de tamaño similar –cuarenta centímetros por sesenta-. Pareciera que lo formal del marco tratara de mitigar lo impactante que cada una de las imágenes conserva.

De acuerdo a la Asociación Mexicana de Investigadores en Comunicación las imágenes de nota roja se caracterizan por la dramatización, exaltación y descontextualización de la violencia. Expone la tragedia, la exhibe. Podría hablarse, entonces, de una clara caracterización de las obras: accidentes automovilísticos, crímenes pasionales, delincuencia y/o riñas y, no menos importante, imágenes que retratan el dolor de la sociedad.

Después de los primeros diez cuadros, los nervios comienzan a flaquear. La imagen de lo inevitable, un robo y asesinato dentro del bosque del Chapultepec en 1995. Un joven tirado boca abajo, no se ve que ha sido apuñalado tres veces. Pareciera que sólo duerme.

Primera mueca de horror: la muerte de Adela Legarreta Rivas. La periodista mexicana quedó “prensada” de la cadera a los pies en su vehículo, un 29 de abril de 1979; su manicure y peinado, están casi intactos.


Segunda mueca de horror: Jesús Bazaldúa, un joven ingeniero de telefonía, se encuentra suspendido de uno de esos viejos postes de luz de los años setenta. Su brazo y pierna deshechos por sesenta mil voltios. La maraña de cables contrasta con el cielo de fondo.

Primera mueca de desconcierto: Gregoria Cruz habla con un policía, se ha vuelto en una homicida. Tirada sobre la calle Tacuba, Tiburcia González ya no respira, tiene una puñalada en el estómago. En ese tiempo las mujeres indígenas tenían como modo de subsistencia, la venta de dulces y Tiburcia vendía el mismo tipo que Gregoria, algo inimagible para 1968.

Pasados los cuadros que ocasionan un sentimiento de horror, comienzan a aparecer aquellos que obligan a la empatía y al dolor, a la inevitable sensación de tener un nudo en la garganta. Una madre indígena de los años sesenta está en la sala de espera de la Cruz Roja de la Colonia Roma, tiene sangre en cara y ropa. No es su sangre, sino de su pequeño de dos años que acaba de ser atropellado por un autobús. Esta inconsciente.

Por último, uno de los más impactantes. La parte trasera de un automóvil de los cincuenta, en su interior una mujer y a su lado un niño de tres años. Su coche acaba de chocar contra un camión, nadie sobrevivió. Todos los vidrios están rotos, la gente trata de mirar a través de ellos.

Mirada al presente


Después de dos horas se comienza a estar harto y perturbado del nivel de violencia y muerte que puede llegar a ser captado por una cámara. Después del último vistazo y del estado de ensoñación y horror, se comienzan a notar más voces en el lugar. Más personas están admirando las obras, en comparación con las seis que estaban a las dos y media, cuando Rubén levantó la vista e invitó a pasar.

“Me mandaron para mi clase de Artes. Vine con mi novia. Espero que salgamos rápido”, dice Edgar Cruz, estudiante de secundaria. Acto seguido, voltea hacia la chica delgada con un audífono en el oído que está a su espalda y le sonríe.

Actualmente se dice que la violencia va en aumento. El sociólogo Fernando Escalante comenta que más bien ha habido un incremento de la exposición pública de la violencia, así como de sus perfiles de actuación. Ahora se representa a la muerte en sus formas más brutales: tortura, descabezamiento, descuartizamiento. El día a día del país se pierde entre las primeras planas, con la imagen más sangrienta que se haya podido fotografiar.




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EL LUGAR DE LOS OLORES Y SABORES

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Por Tania Olmos Martínez

México (Aunam). El silencio no está presente en este lugar: gritos sin sentido y música de géneros gruperos, son los sonidos que se escuchan. El mercado de la Merced es uno de los lugares populares en México para comprar por minoría y mayoría, para adquirir cualquier tipo de productos: encuentras desde carnes frías y legumbres, hasta brebajes santeros.

Es muy fácil encontrar este mercado, sólo tienes que viajar en la línea 1 del Metro y bajar en la estación “Merced”. Después subes por las escaleras hacia la salida y cuando pongas un pie afuera del metro ya estarás en el ambiente mercantil de la colonia.


Hay una variedad enorme de colores, aromas y sonidos. En los pasillos de éste enorme mercado, se escuchan gritos como el clásico “Pásele güerita, ¿qué va a llevar?” o algunos más originales cómo “¡Tú pide y yo lo consigo, aquí hay de todo, mi reina!”.

El lugar es una paleta de tonos y colores, algunos llamativos como las piñatas, otros naturales como el verde del limón y el morado de la cebolla. Algunos puestos tienen organizada su fruta en montañas de colores, pero hay algunos que se dedican sólo al comercio de una mercancía, ya sea sólo cebollas, o sólo limones, por lo que se pintan de un sólo color.

Justo en el año de 1952 se construyó “La Nave Madre” que es el mercado de la Merced original, por ser el primero que se hizo. Con el paso del tiempo la colonia se convirtió en un lugar mercantilista, por lo que se tuvieron que construir “naves” similares que albergaran los nuevos puestos.

Por esta razón “La Merced” está conformada por varios mercados, en los que los puestos se clasifican según el tipo de mercancía que venden. Por ejemplo, en “La Nave Madre” está la mayoría de las dulcerías y los expendios de frutas y verduras; cruzando la calle, a un costado de este mercado, está la nave de las carnes frías.

Para adquirir algún puesto e iniciar tu propio negocio debes esperar que se ponga en venta un local, ya que la mayoría de éstos se heredan y permanecen con una familia de generación en generación. Por ejemplo el caso de don Manuel Hernández, vendedor de chiles secos en la Nave Madre, dice “Este puesto le perteneció a mi abuelo y yo desde pequeño he trabajado aquí”. Ese local es de su familia desde hace poco más de 20 años.

Sin embargo, en la espera de un local, ya sea dentro de la nave o fuera, debes de pagar una cantidad que se aproxima a los 90 mil pesos, claro que el precio depende del lugar en el que se ubique.


Las personas que recorren los pasillos del mercado de legumbres se dan cuenta del cambio de aromas. Se debe a los puestos que venden un solo producto, por la cantidad de kilos que tienen de la misma mercancía. Cuando pasan por un pasillo de verdura y en seguida hay un local de chiles secos, el aroma que sobresale es el fuerte olor del chile guajillo, o el del chipotle.

Si los aromas son cambios drásticos en las legumbres y sobre todo en los chiles secos, en el mercado de las carnes frías es un mundo de olores fuertes. Al caminar por el primer pasillo recibes un golpe de olor a viseras y más de 20 personas te gritan en la cara “Compra aquí, qué buscabas”, “La mejor carne está aquí, pásale”, o “Aquí hay de todo”.

La variedad de olores es proporcional a la cantidad de mercancía y productos que puedes comprar en la nave de las carnes frías. Es posible adquirir carnes de res, puerco, algunos mariscos, pollo fresco o congelado, y también todos los demás productos que se derivan de estos como: carne al pastor y carne para tacos (ya preparada para azar), longaniza y lengua cocida.

La mercancía de la nave de carnes frías, es organizada en columnas de casi un metro de carne de res, de pollo o bistecs de carne de puerco. Pero los productos como el chicharrón y la pata de puerco para tostada, se acomodan diferente, dice Julio, alias “el Junior”, empleado de una carnicería “La pata y el chicharrón van en tinas para que no se les paren las moscas, le calculo que le cabe como más de 15 kilos a cada tina”.

Además, en la nave de las carnes frías, también hay cremerías. Se encuentran casi en las salidas del mercado. Venden quesos y, por galones, crema y leche. Justo al salir de esta nave hay puestos en la calle, estos ya no son productos como los del mercado, sino que venden mercancía como cacerolas, recipientes de plásticos y hay muchos puestos más de comida preparada.

Entre los pasillos cercanos al metro de la Merced puede adquirir adornos florales para fiestas; una variedad de calzado, discos piratas y en algunos pasillos está la santería.

Este último tiene pequeños locales pintados de colores oscuros como el negro y morado: con olor a incienso y letreros que dicen “Amarres por $500.00” o “Se leen las cartas”. A esto se agregan imágenes de la Santa Muerte y de San Judas Tadeo. Aquí venden velas aromáticas, brebajes para sanación del espíritu, pociones de amor y otros tés a basa de hierbas para sanar.

Algunos puestos tienen mayor competencia que otro, por ejemplo, la Nave Madre con frutas y verduras alberga más de 700 puestos del mismo tipo y en la nave de las carnes frías, más de 500 puestos son de carnes, lo que ocasiona una gran variedad de precios, calidad y productos.

La variedad de cosas que puedes encontrar y comprar en este mercado, son la razón de que muchos mexicanos adquieran sus despensas en este lugar. Los precios son accesibles, se pueden encontrar ventas por mayoreo, lo que disminuye el precio. Esto es lo que buscan las personas: variedad de productos, calidad de estos y economizar con sus precios.




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BANDERAZO DE SALIDA PARA EL CONTINGENTE PUMA

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Por Rafael Vadillo
México (Aunam). Los 183 atletas que representarán a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Universiada Nacional 2016, tomaron protesta durante la ceremonia de abanderamiento del contingente Puma el pasado 28 de abril. Dicho evento contó con la presencia del rector de la Universidad el Dr. Enrique Luis Graue Wiechers.

Representantes de 16 disciplinas deportivas (de 42 que ofrece la UNAM), dentro de las que destacan basquetbol; voleibol; fútbol; béisbol; tenis; atletismo; judo, halterofilia; entre otras, se dieron cita en las instalaciones del Frontón Cerrado en la Ciudad Universitaria para el acto protocolario.


En presencia de directivos, académicos, trabajadores, estudiantes y prensa, el Dr. Enrique Graue dio el banderazo de salida para los jóvenes estudiantes que pondrán los colores de la Máxima Casa de Estudios en alto el próximo mes de mayo en Guadalajara, Jalisco; lugar donde se llevará a cabo la Universiada Nacional.

El rector de la Universidad hizo hincapié en el esfuerzo y los sacrificios que, los estudiantes-atletas, han realizado para llegar a ese momento cumbre y les aconsejó dar su mayor esfuerzo, y sobre todo, divertirse a lo largo de la justa; no sin antes desearles el mayor de los éxitos.

Durante el acto protocolario también se contó con la presencia del Lic. Alejandro Fernández Varela Jiménez (Director General de Deporte Universitario), del Dr. César Iván Astudillo Reyes (Secretario de Atención a la Comunidad Universitaria), de la Dra. Mariana Duhne Ramírez (estudiante de la Facultad de Medicina, parte del equipo de halterofilia y medallista en la Universiada Nacional 2015) y de Humberto Ceballos Martínez (alumno de la Facultad de Ingeniería y parte del equipo de voleibol de sala).






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UN DÍA PARA SOÑAR A RITMO DE JAZZ

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Por Montserrat Antúnez Estrada
México (Aunam). Los festejados levantan las manos. Brincan sobre tapetes de colores, mueven las caderas en círculos. Una asistente disfrazada de princesa presume su habilidad al dar una marometa. Niñas y niños celebran, como sucede desde hace 62 años, la fecha establecida por la Organización de las Naciones Unidas para reafirmar sus derechos.

Es su día, es su fiesta. Hoy son dueños del Centro Nacional de las Artes (Cenart) y toman como cómplice la música jazz que ameniza el lugar.

Espacios cubiertos de lonas blancas, cercados con tablas de colores, conforman los más de 17 espacios que el festival “¡Todos a jugar con música de jazz y más!”, ofrece para los menores. El Día Internacional del jazz y el Día del niño en México comparten más que la fecha de su celebración.

En los carteles amarillos colgados de los postes de luz que hay en el Centro se afirma que el jazz: “representa el poder de la música contra la discriminación y en favor de los derechos civiles”.

Las risas y juegos de los niños que caminan del brazo de sus padres, los que corren y gritan alrededor del lugar, así como los que aún no aprenden a hablar, también se oponen a injusticias. Son muestras de oposición en un país en donde el 53.9 por ciento de menores de 18 años vive en situación de pobreza.

Cientos de familias recostadas en el pasto escuchan a la agrupación Magnolia México Jazz Band. El conjunto no acapara las miradas y sonrisas de los espectadores sino los más de 30 bailarines que si bien no son expertos en el arte de la danza sí lo son en el de la espontaneidad.

Los danzantes se encuentran en la tarima en frente del escenario al aire libre. Vestidos de superhéroes y heroínas, con playeras de diferentes colores, niñas y niños de distintas edades siguen, sin éxito, la coreografía que un par de animadores comparten. “¡Mira, mira!”, grita un niño de un metro de estatura mientras baila y agita las manos para llamar la atención de su papá.

En el espacio llamado “Josephine Baker”, nombrado así en honor a la reconocida bailarina de charleston de los años 20, la artista Myrna de la Garza invita a las niñas y niños, junto con sus padres y abuelos, a moverse sin timidez: “Bailemos porque podemos hacerlo”.

Una señora, de pie, se mueve de izquierda a derecha. Frente a ella un niño de 9 años brinca sobre su lugar levantando las dos piernas. “¡El jazz es un baile a favor de la libertad!”, grita la animadora.

Los asistentes continúan moviéndose. Lo hacen como si, sin saberlo, honraran a esos 2.5 millones de niñas, niños y adolescentes que, en México, realizan alguna actividad económica. Myrna pide a los presentes cerrar los ojos: “Abróchense los cinturones. Hoy es un día para que niños y adultos soñemos”.




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JAZZMANÍA: LA FIESTA MUSICAL EUROPEA EN MÉXICO

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Por Karina López Gaona
México (Aunam). Un picnic colectivo reposa en el césped del Centro Nacional de las Artes (Cenart). Parejas de novios, adultos, niños y ancianos disfrutan del atardecer acostados en mantas sobre el suelo; mientras unos comen un emparedado otros juegan ajedrez, lo que los anima contemplar el concierto que ofrece Luca Ciarla Quartet en el marco del Festival EuroJazz 2016.


El escenario, con estructura metálica y el techo de lona blanca, alberga al ensamble de jazz italiano que armoniza simbióticamente los sonidos del violín, el acordeón, el contrabajo y las percusiones; lo que provoca el bullicio del público y una lluvia de aplausos al término de cada melodía. Alrededor de la mitad de los asistentes se encuentran de pie, los otros – cerca de 350– prefieren disfrutar de la tela verde que se extiende por el campus de Cenart: el pasto.

El sonido que emerge del movimiento de las piedras de la grava carmín se escucha cuando los asistentes salen de la zona de los espectadores para comprar, en alguna de las carpas blancas, aperitivos como palomitas de maíz o soda y así calmar el hambre.

El olor de las salchichas asadas y del humo de cigarros de marihuana aromatizan el ambiente del EuroJazz en su 18° edición, festival organizado por la Delegación de la Unión Europea en México en mancuerna con el Cenart, mientras un grupo de diez asistentes comienza a bailar al estilo de una polka irlandesa con el solo de Luca Ciarla en el violín.

Cristina Martínez - la coordinadora de educación y cultura de la Delegación de la Unión Europea en México- menciona que el financiamiento del evento lo realizan las embajadas de los países que participan en el festival, este año: Francia, Italia, Alemania, Bélgica, España, República Checa, Polonia, Finlandia, Andorra y Austria.

“No participaron todos los países pertenecientes a la Unión Europea porque no hay dinero; o sea, el problema de la difusión cultural y apoyo a la música emergente es mundial y no sólo de México como creemos”, menciona Cristina Martínez al tomar su cámara fotográfica para captar los detalles de la fiesta musical.

Luci Ciarla Quartet, antes de iniciar el concierto, ofreció una clase magistral estudiantes de música en nivel intermedio y avanzado inscritos en la misma. César Molina, profesor de música del Cenart, menciona que sólo las bandas emergentes de EuroJazz ofrecen ese tipo de práctica: “En el Festival Jazz-Mex no pasa eso, incluso son espacios más pequeños y casi no viene nadie”.

César Molina, quien también forma parte de la prensa del Cenart, porta una cámara fotográfica y graba cada concierto del festival porque es una herramienta para perfeccionar su técnica al enseñar a sus alumnos; así como un acercamiento para los que no pueden asistir al evento y acceden al mismo por los videos subidos a su plataforma digital.

“He venido aquí por 18 años, lo que me gusta del EuroJazz es que las bandas hacen nuevas propuestas musicales; lo contrario sucede con el Festival Jazz- Mex -que surgió por el EuroJazz- en donde se hacen refritos de las canciones más populares de jazz estadounidense y se lleva a cabo de manera local, o sea nadie sale del país ni de la ciudad”, menciona el profesor de música del Cenart.

Jóvenes y familias llegan, el índice de asistentes incrementa a cada momento. Éstos buscan un espacio de césped libre entre las personas acostadas sobre el mismo; al igual que Jennifer Ruiz una guitarrista de la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien menciona: “Yo solo busco una oportunidad para ser escuchada y no hay una plataforma de esta magnitud para el talento nacional”.

No obstante, existe una preocupación por lo anterior por parte de la Secretaría de Cultura que convoca por sexta ocasión la promoción de eventos musicales, teatrales, dancísticos, etc., a través de festivales artísticos y culturales al otorgar un subsidio –que va de los 320 mil a 1 millón 400 mil pesos, según ciertos requisitos del programa- para la coinversión de los mismos.

Jennifer Ruiz carga su guitarra sobre la espalda, en una funda negra, y la recarga en un árbol para contemplar desde ahí el espectáculo de los italianos. Ella considera que el festival es una propuesta cultural muy creativa, pero que al centrarse en el género jazz sesga la diversidad musical de grupos emergentes nacionales e internacionales.


El atardecer se hace evidente por el tono amarillo quemado del sol que recae en los rostros de los asistentes mientras escuchan a Luca Ciarla, violinista, agradecer la presencia del público en su lengua italianglish. “Mi gran inspiración es Johann Sebastian Bach, recreo la esencia musical que representa la música real para la gente real”.

Luca Ciarla exterioriza su emoción, los dos camarógrafos enfocan su cara y en las dos pantallas gigantes se remarcan sus arrugas de la frente y el sudor por el esfuerzo de tocar el violín. Da las gracias y se retira el cuarteto del escenario. La inconformidad del público se materializó al exigir otra canción con gritos y silbidos. “¡Otra, otra, otra!”, se escucha al unísono en las áreas verdes del Cenart.

El ensamble italiano complace al público y comienza a interpretar otra pieza musical, Ciarla se adueña del escenario y danza por éste de un lado al otro en compañía de su violín; da vueltas cual bailarina y agradece para- ahora sí -terminar con el espectáculo.

La necedad del público citadino persiste, un segundo unísono de “¡Otra, otra, otra!, resuena por el campus, el cuarteto vuelve a salir para por fin hacer su número final. Toman sus posiciones los cuatro integrantes, se escuchan los gritos de la multitud; Ciarla pide aplausos al público para Carmine Ioanna, Maurizio Perrone y Francesco Savoretti, mientras les da a cada uno un espacio para tocar un solo.

El picnic colectivo deja de serlo, la multitud se pone de pie y aplaude el talento de los italianos. Es el final de la participación de Luca Ciarla Quartet en el EuroJazz 2016. El caminar del público levanta la tierra de la grava y el aire parece nebuloso; en procesión la gente se va retirando del lugar con la expectativa de volver a disfrutar del “grupo de jazz contemporáneo que reúne los sonidos de la tradición folclórica italiana y el área del Mediterráneo”.




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BILLETES EN FORMA DE CEBOLLAS, CHILES Y JITOMATES

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Por Gabriel Sánchez Pozos
México (Aunam). Las puertas del metro se abren, la gente sube y baja a empujones porque las bolsas llenas de papas, zanahorias y mangos son un obstáculo para el usuario que toma el metro en la estación “La Merced” donde el olor a cebolla, hierbas y chiles se mezclan para dar la bienvenida a todo aquel que desee visitar uno de los corazones culinarios de la Ciudad de México.


Construido por Felix Candela, arquitecto conocido por idear el Palacio de los Deportes, el Mercado de la Merced ya cuenta con 58 años de vida. Sin embargo, el inicio del comercio en la zona comenzó desde la Colonia con la fundación del Monasterio de Nuestra Señora de la Merced de la Redención de los Cautivos en 1594.

“¿Cuánto le doy, güerita?” “¿Cuánto le pongo, doña?” Son algunos de los gritos que se escuchaban para atraer a la clientela que con bolsa en una mano, y con la lista de productos en la otra se pasean por los pasillos del mercado para obtener la mejor opción, tanto para el bolsillo, como para el paladar.

Los 400 metros del mercado, junto con sus 30 puertas están dividas en tres grandes secciones: la primera solamente dedicada a verduras, la segunda se encarga de ofrecer frutas, y la tercera vende todo tipo de chiles y productos de abarrotes, para que el cliente tenga más claro donde se encuentra lo que quiere comprar.

A diferencia de un mercado normal, existen puestos dedicados a un solo producto, es decir, locales completos en los que sólo se vende jitomate, papa, zanahoria o limón, pero fuera de eso, los encargados también gritan, ofrecen, venden y cobran tantas veces puedan.

Marco Antonio Sánchez García, un hombre de 30 años de edad, tez blanca y un metro con setenta centímetros de estatura que vestía un enorme delantal azul y una gorra negra, mencionó que la vida en el mercado de la Merced es muy distinta a lo que parece a simple vista.

Marco Antonio comenta que las cantidades de dinero que se manejan dentro del mercado son bastante grandes. Tan sólo de vender papa, en el puesto que su padre le heredó, en una semana en la que no se venda mucho, aproximadamente más de mil pesos sí obtiene.

“¿Cuánto le doy?” “¿Qué va a llevar?” Grita Marco Antonio cada vez que alguien se acerca a su puesto, mientras comenta el éxito de un vendedor en la Merced: saber comprar para vender mejor.

Para ejemplificar, Marco Antonio menciona, mientras juega con una pequeña papa esférica y amarilla, que para sacar ganancias el proceso de compra en la Central de Abastos es muy importante porque ahí se decide el precio que pondrá en la Merced, pues estos no dependen de lo que ofrezca el señor de a lado, sino de cuanto gasto en su inversión.

Por otra parte, Evelio Sánchez Ortega, un señor de 53 años de edad, de un metro y sesenta centímetros de estatura y pocos cabellos que mostrar, es la prueba de que en la Merced se vive y se vive bien, pues comentó que, a diferencia de Marco Antonio, vender más de un producto es lo más rentable para el negocio.

En su puesto, de poco más de tres metros de largo y dos de ancho, se observan chiles, jitomates que carecen del color rojo, tomates y cebollas que comienzan a perder la última capa, apilados y con el precio en la cima para que la clientela lo vea fácilmente, son los productos que el señor Sánchez ofrece al público.


Graduado en Química Metalúrgica por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), Evelio Sánchez llegó al Mercado de la Merced gracias a su cuñado quien le ofreció la renta de un puesto después de haber perdido su lugar en Volkswagen, que según él, fue lo mejor que le pudo haber pasado.

Evelio, quien con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos rojos y vidriosos, mencionaba con la voz entre cortada, que en 1986, cuando el mundial de futbol llego a México, todos los comerciantes tenían dinero para gastar sin problema, tan ese así, que su puesto que en ese entonces retaba, lo compró por 200,000 pesos, lo que significo tan sólo quitarle un pelo al gato.

"¿Cuánto le doy seño?” Menciona Evelio, y mientras su clienta comienza a elegir el tomate que se llevará a casa, comentó que aunque las cosas ya no van tan bien, lo mínimo que llega a ganar por semana son más de 4,000 pesos (aproximadamente mil por cada producto) y que con esas cifras a veces se pregunta para que se esforzó por lograr un título, si para obtener dinero en la Merced nunca le pidieron uno.

“Son 20 pesos” menciona Evelio después de haber pesado los tomates que su clienta escogió, toma un billete con la cara de Benito Juárez en él y entrega la bolsa transparente que contiene el kilo del producto que alguna vez fue suyo y así, fue como Evelio confesó que las personas que mantienen a flote su negocio no son los compradores que eligen el mayoreo, sino aquellas "de bajos recursos" como las denominó, que llegan y se llevan su kilito de cualquier cosa porque así gana más dinero.

"Saco más dinero vendiendo bolsas de a kilo a las amas de casa, que cajas de 15 kilos llenas de cebollas porque con ellas no puedo aumentar mucho el precio" menciona Evelio mientras señala una pila de 15 cajas que ya había vendido.

No siempre las grandes cantidades de dinero no se encuentran en edificios de más de 100 metros de altura, o con los hombres que visten siempre de traje, porque algunas veces los billetes y monedas se encuentran en medio de la pila de chiles y jitomates o dentro de los mandiles de más de un metro de largo de las personas que los visten en el Mercado de la Merced.






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